Había dormido tan mal que ya no sabía qué significaba despertar bien. Pero como nunca fue muy partidario de términos maniqueos a la hora del desayuno, pensó en relajantes musculares y así relativizar las cosas delante de una buena tostada con mantequilla... sin más. Kiko Triángulo es partidario de despertar a tiempo. No se lleva bien con los caídos a destiempo de la división del Guindo.
Así construyó su historia. Durmiendo a medias y soñando parcialmente, pero siempre a tiempo. La única vez que se le pasó 'límite horario' -como él llama a su frontera- fue cuando sufrió un colapso al descubrir que había cometido un error de peso. Y ahora, con esa historia arraigada sobre cimientos sólidos, se encontraba en un contexto extraño: había dormido mal, y le había desestabilizado el sentido del buen despertar.
Pensó en el momento más difícil de su vida, que fue cuanto tuvo que asumir el éxito. Entonces sí que estuvo a punto de caer. Pero se levantó. Porque del fracaso, dice, es muy fácil salir si tienes un mínimo instinto de lucha. ¡De éxito, uno muere sin darse cuenta! No le servía. Estaba perdido entre dos extremos custodiados por un concepto maniqueo tramado por él. Bajó al bar de Paco, se tomó un café calma, su favorito; leyó el periódico al revés, desde la programación de televisión hasta Internacional; le dio un toque a su intestino grueso y volvió a su piso.
Una vez frente al muro de carga guardó silencio durante tres minutos y lo vio claro. Lijó el muro y encontró el señuelo del inquilino anterior. Una puerta falsa, oculta por capas de pintura que no pintaban casi nada. Entró por ella y fue entonces cuando despertó. Y lo mejor, al darse cuenta de que no sabía si lo había hecho tarde o a tiempo, el músculo agarrotado se relajó. Esa noche durmió y despertó. Sin más, pero con menos ansiedad. Paso a paso, Kiko. Se dijo.
Comentarios
La contractura la tengo arraigada desde hace tanto tiempo que el día que se me quite estoy segura de que perderé el equilibrio y me daré una buena hostia (aunque espero poder apoyarme en algún muro de carga).
Una gran entrada de la que me ha costado salir (dos días!), eso sí.