Ir al contenido principal

DIÁLOGO ENTRE CANDIDATOS A NADA

En lo personal no tengo nada que decir, pero sí puedo añadir sin palabras que eres un gilipollas. Bueno, pero me lo estás diciendo. Eso es lo que tú te crees. No, no, lo he oído. Has creído oírlo, pero de mi boca no ha salido nada; es más... He sellado mis labios. ¿Y cómo sé que piensas que soy un gilipollas? Porque tú mismo sabes que lo eres. Tú sí que eres gilipollas. ¿Ves la diferencia? Ahora has sido tú quien me lo ha dicho a mí. Claro, porque no me importa decírtelo.

Se trata de un diálogo escuchado por un anónimo en alguna parte entre dos candidatos a nada, que intentan presentarse a unas elecciones que no están planteadas para ellos. Un barrio cualquiera, a una hora normal, entre muchas conversaciones adyacentes. Dos ciudadanos que buscan un encuentro con personas a las que poder insultar de dos formas diferentes. Uno tiende a lo verbal y el otro no termina de... entender nada; el partidario de verbalizar.

Veremos en qué queda.
----

Post inspirado en la película de Juan Cavestany, Dispongo de Barcos. La podéis ver y degustar (si os gusta el surrealismo y la ironía) en el Festival de Cine Online.

Comentarios

.:Marta:. ha dicho que…
Caramba, que descripción más exacta de la campaña electoral. Mucho insulto y cero propuestas.

Así nos va.

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

El Cerrojo

Abrí para pedir un café, pero una mirada (que vale 1.000 vocablos) me cerró la puerta. Esperé a que pestañeara, pero solo un párpado estaba por la labor de ceder. El otro protegía -con todo- el ojo avizor. Saqué una llave en son de paz. Dio un golpe en la mesa como respuesta. Intenté darle mi brazo al torcer. Sacó un as. Yo pinté bastos. “El cerrojo, aunque no lo creas lo llevas tú”, me dijo en tono conclusivo. Cuando miré mis manos para intentar descifrar sus palabras la camarera me sirvió un café. No entendí mucho lo sucedido, y menos cuando me giré hacia la puerta nadie miraba. Solo quedaba la mirilla, hidroalcohol y una propina. 

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...