Ir al contenido principal

EL VENDEDOR DE SINOPSIS

Me recordó a aquella escena de El Marido de la peluquera (Patrice Leconte, 1990) en el que el padre le pregunta al hijo qué quiere ser de mayor, a lo que contesta "Marido de una peluquera" y el padre, sin mediar palabra, le suelta una de esas bofetadas que llegan hasta la fila de los mancos. En este caso, en mitad de un paso de peatones, un amigo venido a más le pregunta a otro (con rostro sereno) ¿Qué vas a hacer? Ya lo hago, soy vendedor de sinopsis.

¿Os imagináis escuchar eso en mitad de un cruce? Yo iba a lo mío, pero no pude meterme en lo suyo. ¡Un vendedor de sinopsis! Si hubiera sido un mecenas, un inversor de esos que tiene recursos hasta debajo de las uñas o entre los adoquines del patio interior de su casa, le habría contratado en el momento como personaje para Periodismo Ficción. Hubiera sido un contrato fijo, por supuesto. Nada de obras ni WCs.

Pero ni soy empresario, ni ese cruce duraría eternamente como para seguir escuchando el resto del diálogo. Así que me quedo con la esencia de una profesión que al menos oficialmente no existe; a no ser que sea un eufemismo irónico (y no menos cínico) del clásico negro que vende barata su obra a base de escribir para los otros.

Comentarios

Miguel Ángel Pegarz ha dicho que…
Poder puedes contratarlo, pero sería en plan autónomo que necesita ayuda, que no creo que sea el caso :-).
Además, primero tiene que pasar el periodo de pruebas, a ver si luego va a ser como los guionistas de culebrones, que parecen sacado por un programa, todos son iguales.
Juana ha dicho que…
Pues no es mal oficio ese, lo mismo es uno que se gana la vida en Twitter, tuiteando "todo" en 140 carácteres ....
isa ha dicho que…
Cuando un amigo venido a más te pregunta que qué vas a hacer, qué menos que contestarle que ya lo has hecho.

Me gusta su estilo, aunque lo exploten otros.

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...

En tela de juicio bajo tierra

Me echan monedas... ¡hasta billetes de 10 y 50€! Voy arreglado, sólo estoy algo mareado y sentado en el suelo del metro por no poder sostenerme en pie. Soy abogado , pero no puedo pararles y decirles que no necesito su dinero. No me sale la voz. Estoy preso  en este pasillo... Bloqueado, encerrado y cubierto por aquella tela de juicio que usaba mi padre para tejer el amor hacia mi madre, la gran fiscal en estado permanente (somos 15 hermanos). La superficie de mi maletín tumbado se ha deprimido por la gravedad del dinero... Y no para de hundirse. Yo, mientras tanto, sigo sin saber qué razón inmaterial me impide levantar la cabeza y erguirme como Dios siempre me indicó. Empiezo a detestar el sonido del dinero, la caridad... No puedo defenderme de este ataque absurdo. No sé si me miran mientras tiran su circulante. ¡Nos sabéis lo que llevo en el maletín, desgraciados, no lo sabéis! ¡Con estos papeles sabríais lo fácil que me resultaría hundir vuestros culos en la miseria. Por fin co