Me recordó a aquella escena de El Marido de la peluquera (Patrice Leconte, 1990) en el que el padre le pregunta al hijo qué quiere ser de mayor, a lo que contesta "Marido de una peluquera" y el padre, sin mediar palabra, le suelta una de esas bofetadas que llegan hasta la fila de los mancos. En este caso, en mitad de un paso de peatones, un amigo venido a más le pregunta a otro (con rostro sereno) ¿Qué vas a hacer? Ya lo hago, soy vendedor de sinopsis.
¿Os imagináis escuchar eso en mitad de un cruce? Yo iba a lo mío, pero no pude meterme en lo suyo. ¡Un vendedor de sinopsis! Si hubiera sido un mecenas, un inversor de esos que tiene recursos hasta debajo de las uñas o entre los adoquines del patio interior de su casa, le habría contratado en el momento como personaje para Periodismo Ficción. Hubiera sido un contrato fijo, por supuesto. Nada de obras ni WCs.
Pero ni soy empresario, ni ese cruce duraría eternamente como para seguir escuchando el resto del diálogo. Así que me quedo con la esencia de una profesión que al menos oficialmente no existe; a no ser que sea un eufemismo irónico (y no menos cínico) del clásico negro que vende barata su obra a base de escribir para los otros.
Comentarios
Además, primero tiene que pasar el periodo de pruebas, a ver si luego va a ser como los guionistas de culebrones, que parecen sacado por un programa, todos son iguales.
Me gusta su estilo, aunque lo exploten otros.