Esta mañana me he cruzado en la calle con un tipo de unos sesena y muchos que hablaba solo. Iba diciendo algo así como que estaba harto de ser siempre el responsable... Como yo iba con mi perra, podía refugiarme en la excusa de cambiar de sentido por sus necesidades olfativas, así que decidí seguirle un poco y seguir escuchando su... conversación. Creo que hablaba con su jefe.
Que no, Casimiro, que no. Insistía. Pensé que Casimiro era él, que se censuraba a sí mismo por algún motivo. Sabes que yo no tuve la culpa, no señor, no la tuve. Estaba intrigado por saber qué había pasado entre su jefe y él. Caminaba muy deprisa, yo tiraba de la correa para que mi perra, que se para cada metro a oler algo, siguiera el ritmo. Mira, Casimiro, las cosas no son así, tú eres el culpable, el único culpable. Esto se ponía más emocionante. Al cruzar la esquina de Chile con Colombia se paró para saludar a una vecina muy pintoresca (50 años y un plumas rosa y azul con zapatos de tacón de aguja, y los ojos pintados a lo Amy Winehouse), que después continuó por la acera también hablando sola.
Ante la tentación de seguirla a ella, me mantuve firme y continué fiel a Casimiro, que tras una pausa continuó. Mira, el problema es que siempre he sido demasiado responsable y ahora lo estoy pagando. Bueno, estaba claro que en un pasado –no sé si lejano o más o menos cercano- su excesiva dedicación al trabajo le había provocado un cortocircuito interno cuyas consecuencias continúan hoy.
De pronto frena en seco, se da la vuelta y me pregunta sereno: ¿Por qué me sigue usted? Totalmente cortado le aseguro que no lo hago, que sólo me dejo llevar al antojo de mi perra. Entonces, levanta una ceja y dice: ¿Sabe que escudarse en un animal para ocultar una verdadera intención lleva a la locura? Es cierto contesté... A qué espera, no se pierda lo que dice Casilda, que está zumbada. Se me acerca al oído y me susurra entre exclamaciones: Habla sola, jajajaja. Tras su carcajada acarició la cabeza de mi perra y se perdió por el horizonte de la calle Colombia.
Asumida mi frustración me volví a casa a dejar a mi amiga canina. Iba con la mente puesta en Casimiro, en sus cosas, sus palabras. Después de unos metros recorridos y antes de entrar en el portal me di cuenta de que alguien me seguía disimuladamente...
Comentarios
Y ya que estás... cuéntanos quien te seguía.
;)
Eva
Un saludo!
Al otro lado de la ventana no había nadie.