
Y así, Evaristo Utiel, se pierde (silbando) por la recta de la calle Octava. Se va agarrando la muñeca, satisfecho por el dominio del tiempo que había alcanzado gracias a su proyecto personal. Y cuando su figura se diluye con el nubarrón que viene, me doy cuenta de que no he atrasado una hora, sino que la he adelantado. En qué estaría pensando.
Y cuando voy a poner en orden el tiempo alguien me da un toque en el hombro. Es Constancio Retén, un informático jubilado. Después, me mira, señala el nubarrón y sin mediar palabra se quita su reloj y me lo da. Después, se pierde por la misma recta.
Comentarios
sangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...
desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ
TE SIGO TU BLOG
CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...
AFECTUOSAMENTE
DANIEL
ESPERO SEAN DE VUESTRO AGRADO EL POST POETIZADO DE ENEMIGO A LAS PUERTAS, CACHORRO, FANTASMA DE LA OPERA, BLADE RUUNER Y CHOCOLATE.
José
Ramón...