
Coleccionistas de semillas, lectores sin novela que leer, amantes del jilguero y sobre todo aspirantes a abandonar la interpretación, pasaron durante años por aquellas paredes. Muchos se arruinaron, otros no, pero la mayoría salió por la puerta para no salir jamás. La condición que imponía Romero Danubio (el arrendador) a sus inquilinos era cambiar a conciencia algo de sí mismos; de verdad, sin titubeos. ¡Quieres dejar de interpretar, déjalo!
Los primeros en inaugurar su remozado alquiler fueron hace unos días una pareja de escultures de baba (indagaremos sobre esta disciplina). Romero les habló de la tradición, así que Velita recitó la oración: Si sales por esa puerta, no vuelvas a entrar. A continuación, Celso atravesó la puerta. ¡Muy bien! Ya soy parte. Celebró Romero.
Pero Romero acaba de morir. No hay herederos, y sí una norma no escrita que todos conocen. Una norma que instauró Romero como el 5º de la dinastía Danubio; y que consiste en que el/los últimos inquilinos serán los primeros en heredar el 4º Izq. del 9 de Negrín (atravesada por la calle Sentencia). Velita y Celso lo saben, así que tendrán que cambiar... Deberán frenar la baba para esculpir la transformación no prevista.
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