Ir al contenido principal

LAS PALABRAS PERDIDAS Y EL PAPEL

Pedro, el extraño rumano del contenedor de papel había tenido una vida fácil. Ganó mucho dinero con sus conjeturas al peso. Todo el mundo quería una, porque entonces (años 70) nadie tenía ya imaginación para enlazar hechos, juzgarlos y construir teorías de más o menos pelo y calado, al menos en Bucarest. Y él que desde crío supo ver negocio en ojo ajeno, empezó a imaginar para los demás.

Pedro, sin embargo, no era un tipo al que le gustaban las comodidades demasiado cómodas. A Recareda, su mujer, tampoco, así que se vinieron a España como tantos amigos y familiares. Querían empezar de cero y sin conjeturas. Ella escribió un telegrama en verso que les estaría esperando en Correos. Decía algo muy bonito y cómplice que Pedro recibiría como regalo por ser valiente. Pero el telegrama se perdió en las tinieblas de la burocracia soterrada y Pedro decidió buscar...

Empezó a hacerlo trabajando en una imprenta, después husmeando entre los restos de Correos y cuando no le quedó otra decidió asomarse a los pasillos de los contenedores de papel. El reciclaje, sabe, alberga esperanza en hoja. Cavó sus propios pasillos hasta llegar a un lugar donde poder encontrar y ahí nos localizamos, en el post de ayer. Todavía no ha encontrado las palabras perdidas de Recareda, pero está en el buen camino. Lo sabe. Y yo voy a Ayudarle. Stop.

Comentarios

Miguel Ángel Pegarz ha dicho que…
Reinventarse o morir, sin perder de vista lo que hemos venido siendo. ¿Tercera parte?. Genial.
entredosnombres ha dicho que…
Yo conozco a alguien que conjetura de maravilla. No al peso sino gratis. Golpea sensibilidades y estimula la imaginación artrítica de muchos. Hace que parezca fácil, pero hay que ser muy ágil y sensible para no contentarse con ver el contenedor desde lejos y ser capaz de meterse de lleno en él.
Juana ha dicho que…
Reciclar las palabras dichas por uno mismo o por otros, volver a empezar con lo de siempre pero que es nuevo, seguiremos atentamente el proceso ....

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Las palabras se las lleva Twitter

Apenas estaba digiriendo una información -con alta carga de valor- cuando un tuit la bajó de golpe muro abajo. Intenté seguirla, pero no paraba de caer al foso; y durante el imparable descenso iba olvidando el cuerpo de la noticia que me había llamado la atención. Finalmente renuncié y volví a lo más alto del muro de nuevo, con la esperanza de leer algo interesante, entonces un hilo que sostenía al texto en extinción entró en escena. Intenté seguirlo pero poco duró su vigencia. Una vez más la gravedad de las redes sociales impuso su fuerza.  El volumen de la ansiedad de la masa social por publicar, por ser viral, por conseguir apoyo de followers, ¡por ser!, por estar, por pintar, pesa y ocupa tanto que la palabra apenas puede sostenerse. De hecho acabo de perder el hilo que me trajo hasta este texto. ¿Habré incorporado la misma gravedad y procesado de ideas? Es posible, porque ya se me está haciendo largo y empiezo a sentir ansiedad por publicarlo y que funcione por sí solo. Pesa

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...