Pedro, el extraño rumano del contenedor de papel había tenido una vida fácil. Ganó mucho dinero con sus conjeturas al peso. Todo el mundo quería una, porque entonces (años 70) nadie tenía ya imaginación para enlazar hechos, juzgarlos y construir teorías de más o menos pelo y calado, al menos en Bucarest. Y él que desde crío supo ver negocio en ojo ajeno, empezó a imaginar para los demás.
Pedro, sin embargo, no era un tipo al que le gustaban las comodidades demasiado cómodas. A Recareda, su mujer, tampoco, así que se vinieron a España como tantos amigos y familiares. Querían empezar de cero y sin conjeturas. Ella escribió un telegrama en verso que les estaría esperando en Correos. Decía algo muy bonito y cómplice que Pedro recibiría como regalo por ser valiente. Pero el telegrama se perdió en las tinieblas de la burocracia soterrada y Pedro decidió buscar...
Empezó a hacerlo trabajando en una imprenta, después husmeando entre los restos de Correos y cuando no le quedó otra decidió asomarse a los pasillos de los contenedores de papel. El reciclaje, sabe, alberga esperanza en hoja. Cavó sus propios pasillos hasta llegar a un lugar donde poder encontrar y ahí nos localizamos, en el post de ayer. Todavía no ha encontrado las palabras perdidas de Recareda, pero está en el buen camino. Lo sabe. Y yo voy a Ayudarle. Stop.
Pedro, sin embargo, no era un tipo al que le gustaban las comodidades demasiado cómodas. A Recareda, su mujer, tampoco, así que se vinieron a España como tantos amigos y familiares. Querían empezar de cero y sin conjeturas. Ella escribió un telegrama en verso que les estaría esperando en Correos. Decía algo muy bonito y cómplice que Pedro recibiría como regalo por ser valiente. Pero el telegrama se perdió en las tinieblas de la burocracia soterrada y Pedro decidió buscar...
Empezó a hacerlo trabajando en una imprenta, después husmeando entre los restos de Correos y cuando no le quedó otra decidió asomarse a los pasillos de los contenedores de papel. El reciclaje, sabe, alberga esperanza en hoja. Cavó sus propios pasillos hasta llegar a un lugar donde poder encontrar y ahí nos localizamos, en el post de ayer. Todavía no ha encontrado las palabras perdidas de Recareda, pero está en el buen camino. Lo sabe. Y yo voy a Ayudarle. Stop.
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