
Aún no sé cómo pude librarme de esa enfermedad que me acompañó durante tantos años... Y lo 'peor' de 'todo' es que ahora la echo de menos. Sí, gracias a ella soy lo que soy, que no sé si soy mejor o peor... pero soy como soy gracias a ella. Y eso que la muy jodía no tiene nombre. Sólo sé, sólo saben, que es rara. ¡Rara como su puta madre! Exclamaba el médico que me parió, que resultó ser por azar mi padre; pero esa es otra historia. Porque aunque no me parió, sí me sacó para meterme en su casa/laboratorio.
Aún no sé cómo pude quedarme sin ella. Voy tranquilo por la calle, sin temores, veo a los francotiradores en las azoteas esperando un movimiento sospechoso para lanzar sus balas. Están educados para ello. Es su enfermedad. Sin ellos, las balas estarían huérfanas y sin destino. Es extraño caminar entre caos y hostilidad y no sentirme amenazado. No me tiemblan las piernas. No me tiembla nada. No sospecho ni sospechan de mí. Todo está en su sitio.
Los raterillos continúan sobreviviendo. Los radicales no cejan en su intención de conquistar los extremos. Los buenos siguen siendo los peores, y los malos buscan razones de peso desesperadamente. Nadie gobierna, no hay democracia en mi tierra, ni lo contrario. Es un cuadro abstracto de aristas, ausente de redondeces. Y yo, sin la enfermedad que me protegió. Y el médico/padre desconectó los cables que nos ligaban a una vida a medias.
Lo bueno es que sé por dónde empezar; o mejor, por dónde seguir... El camino sigue siendo largo. ¡Sigo!
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