No sabía que estaba cargado cuando lo abrió por primera vez. Desde entonces no ha hecho más que disparar con él. Primero sin apuntar a nadie en concreto; luego obedeciendo al estímulo propio de la evolución, afinando la puntería; después graduando la mirilla... y finalmente seleccionando objetivos. Uno a uno fueron cayendo al recibir sus ráfagas de odios.
Hoy ha liquidado a todo el mundo, o mejor dicho, ha desarmado a todo el mundo y se ha apropiado de sus recursos. Es curioso, pero sólo lo sabe él. Porque en el fondo no ha pasado nada aunque haya pasado de todo; ese "todo el mundo" no tiene ni puta idea -permitidme la expresión- de que ha sido expoliado. Y más curioso aún, aunque él lo sabe, tampoco tiene conocimiento de ello.
Todo es una partida que discurre en un campo diseñado para jugar al fútbol, pero en el que se juega al mentiroso sin dados. Y en esa cancha todos reciben balas de él mientras mienten, y se mienten pensando que ellos disparan contra él. Como en una peli de Tarantino en la que en algún momento los personajes terminan apuntándose unos a otros... Y el que dispara, aunque mata, es el que menos daño hace.
Así es el juego. Uno miente, todos mienten. Pero no pasa nada, porque todo... pasa.
Comentarios
No se si el juego es infinito, lo que si que se, es que no tiene prisa, y se puede salir ....