Ir al contenido principal

BODEGÓN, EN ALGÚN SENTIDO

El panorama no es muy optimista, francamente. Y aunque no parece un bodegón tiene matices similares. Trazos y tazas sombrías bajo la arquitectura en ruinas de una mala racha social... Una calle desierta y llena de gente, cada uno mirando/tirando para su lado (y yo que pensaba que sólo había dos direcciones, piensa alguien). No hay entusiasmo por ninguna parte y sí caras perdidas, asuntos pendientes que en eso se van a quedar, en un eterno debe que jamás hermanará con el utópico haber.

El viento se niega a soplar, la lluvia está de huelga, los angelitos zampan y a las nubes no se les levanta... ni el ánimo. El panorama no pinta bien, piensa otro alguien. El cielo intenta contagiar algo de lo suyo y lo intenta haciendo la envolvente. Pero los trazos siguen oscuros y las tazas se resquebrajan. Los unos chocan con los otros y a nadie le choca. Las aceras huelen a restos de otros restos y empiezan a tener una capa de moho imposible de raspar.

Pues así está el patio, Damián, le dice Sebastián Boceto a Damián Sombrío. Luego se pierden y llega otra pareja al mismo banco antes de subirse al autobús.

Comentarios

Juana ha dicho que…
Y bajaron, y bajaron .... hasta el más profundo de los infiernos donde todo es gris .... perdieron la capacidad e ver el Sol .... perdieron la capacidad de percibir la Luna y su sensual influencia .... es lo que tiene no haber aprendido a aullar jeje
grp ha dicho que…
El panorama no pinta bien pero tú nos pintas este 'bodegón en algún sentido' de maravilla. Brillan como siempre algunos matices siempre originales, melancólicos y hoy especialmente poéticos.

"trazos y tazas sombrías bajo la arquitectura en ruinas de una mala racha social", por poner un ejemplo de boca abierta. Buenísimo.
Miguel Ángel Pegarz ha dicho que…
Debe - Haber y hay, pero hay que buscar mucho y creérselo al menos un poco. Creo.
Me encantó el bodegón.

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Las palabras se las lleva Twitter

Apenas estaba digiriendo una información -con alta carga de valor- cuando un tuit la bajó de golpe muro abajo. Intenté seguirla, pero no paraba de caer al foso; y durante el imparable descenso iba olvidando el cuerpo de la noticia que me había llamado la atención. Finalmente renuncié y volví a lo más alto del muro de nuevo, con la esperanza de leer algo interesante, entonces un hilo que sostenía al texto en extinción entró en escena. Intenté seguirlo pero poco duró su vigencia. Una vez más la gravedad de las redes sociales impuso su fuerza.  El volumen de la ansiedad de la masa social por publicar, por ser viral, por conseguir apoyo de followers, ¡por ser!, por estar, por pintar, pesa y ocupa tanto que la palabra apenas puede sostenerse. De hecho acabo de perder el hilo que me trajo hasta este texto. ¿Habré incorporado la misma gravedad y procesado de ideas? Es posible, porque ya se me está haciendo largo y empiezo a sentir ansiedad por publicarlo y que funcione por sí solo. Pesa

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...