Vuelvo con los olores... Los perros huelen el miedo, la alegría, la enfermedad, la tristeza... Sus cosas; y las nuestras. Últimamente mi perra no se separa de mí. Me da toques con el hocico, muy sutiles; me dedica cabriolillas inusuales. Y más allá de su intención, que la tengo clara, me pregunto ¿a qué huele el humor? (ya sé que suena a anuncio de compresas. Sí, aquellos que si mal no recuerdo dirigió Isabel Coixet). Entonces me imagino que mi perra me contesta: A ostras al dulzón. Ella es así. El plato no existe, pero en el diálogo imposible entre los dos, sí. Y se refiere a respirar un mix de inquietud, algo de sosiego y una pizca de pena a la vez.
Estas últimas semanas han sido raras. Desde que dejé de fumar (ya más de 2 años) huelo más. Pero además de las tostadas, el vino o los calamares privados de su tinta, me huelo que algo está cambiando. Y aunque uno lo intenta tapar con distintas fórmulas inconscientes o somatizaciones varias, al final, como no está en mis planes volverme loco, no me queda más remedio que admitir lo obvio y destaparme la nariz para oler el tiempo. No hablo de las isobaras, sino del calendario, de las agujas del reloj...
Ayer bajé al sótano y volví a remover cajas. Luego, las fui abriendo una a una. Llevaban años cerradas. Huelen a humedad, a polvo, a tiempos no tan pasados, pero caducos. Esos que ya no volverán (y menos mal, porque si no... qué presión). Después, me armé de valor, empecé a tirar y reciclar. Hoy me siento como si hubiera corrido tres días seguidos; con agujetas pero 'destaponado' (aunque suene a anuncio de bífidus activo). Y ahora, el reloj a su bola y mi perra y yo, charlando sobre mi familia y otros animales.
Estas últimas semanas han sido raras. Desde que dejé de fumar (ya más de 2 años) huelo más. Pero además de las tostadas, el vino o los calamares privados de su tinta, me huelo que algo está cambiando. Y aunque uno lo intenta tapar con distintas fórmulas inconscientes o somatizaciones varias, al final, como no está en mis planes volverme loco, no me queda más remedio que admitir lo obvio y destaparme la nariz para oler el tiempo. No hablo de las isobaras, sino del calendario, de las agujas del reloj...
Ayer bajé al sótano y volví a remover cajas. Luego, las fui abriendo una a una. Llevaban años cerradas. Huelen a humedad, a polvo, a tiempos no tan pasados, pero caducos. Esos que ya no volverán (y menos mal, porque si no... qué presión). Después, me armé de valor, empecé a tirar y reciclar. Hoy me siento como si hubiera corrido tres días seguidos; con agujetas pero 'destaponado' (aunque suene a anuncio de bífidus activo). Y ahora, el reloj a su bola y mi perra y yo, charlando sobre mi familia y otros animales.
Comentarios
Me encanta lo de tirar y reciclar, desempolvar y sacar .... haría lo que tu perrita, permanecer cerca para que no dejases la tarea ....
¡Por tu perrita!!!
Y tu perra lo sabe perfectamente...