Por Anónimo Padre
No sé por qué lo hice, pero lo hice. Andaba despistado por el súper en busca de víveres para la semana siguiente cuando me encontré perdido del todo. Hallé refugio en el departamento de perfumes, dando por hecho que encontraría la fragancia protectora de mis padres. Necesitaba dos olores para sentirme protegido: Eau Jeune y 4711. Vamos, mi madre por un lado y mi padre por otro. Así la familia estaría al completo entre tanta incertidumbre.
El suelo temblaba y mi cabeza era la de un muñeco/perro que se mueve con las vibraciones. Busqué y busqué, pero sólo encontré una de las fragancias que firma Antonio Banderas. Desesperado por la necesidad de dar con una sensación que me cobijara en el pasado (cual yoqui desesperado por su dósis) cogí la primera muestra y me la eché por encima... Sin pensar en el fondo, ni mucho menos en las consecuencias.
¿Qué pasó? Que desperté de la gilipollez propia de un plumazo. Como si me hubieran inyectado una dosis brutal de adrenalina. No fue por el efecto milagroso de ese agua de colonia... Fue por el asqueroso olor que emanaba de su esencia... ¡Dios, qué asco! Tuve que frotarme la piel a lo bestia con jabón Lagarto y algo del Fairy para desprenderme de aquella peste... ¡Banderas, vigila a quién das tu nombre!
No sé por qué lo hice, repito, pero lo hice. Y ahora que estoy en la calle pisando suelo entre firme y potencialmente quebradizo, al mismo tiempo (y espacio); ahora que no me queda más remedio que mirar aquí y allá, adelante... Ahora que el único padre que hay aquí soy yo, sólo pienso en cobijar a mi hijo; que es quien reclama hoy en mi vida una esencia propia. Y la fórmula está en mis manos.
No sé por qué lo hice, pero lo hice. Andaba despistado por el súper en busca de víveres para la semana siguiente cuando me encontré perdido del todo. Hallé refugio en el departamento de perfumes, dando por hecho que encontraría la fragancia protectora de mis padres. Necesitaba dos olores para sentirme protegido: Eau Jeune y 4711. Vamos, mi madre por un lado y mi padre por otro. Así la familia estaría al completo entre tanta incertidumbre.
El suelo temblaba y mi cabeza era la de un muñeco/perro que se mueve con las vibraciones. Busqué y busqué, pero sólo encontré una de las fragancias que firma Antonio Banderas. Desesperado por la necesidad de dar con una sensación que me cobijara en el pasado (cual yoqui desesperado por su dósis) cogí la primera muestra y me la eché por encima... Sin pensar en el fondo, ni mucho menos en las consecuencias.
¿Qué pasó? Que desperté de la gilipollez propia de un plumazo. Como si me hubieran inyectado una dosis brutal de adrenalina. No fue por el efecto milagroso de ese agua de colonia... Fue por el asqueroso olor que emanaba de su esencia... ¡Dios, qué asco! Tuve que frotarme la piel a lo bestia con jabón Lagarto y algo del Fairy para desprenderme de aquella peste... ¡Banderas, vigila a quién das tu nombre!
No sé por qué lo hice, repito, pero lo hice. Y ahora que estoy en la calle pisando suelo entre firme y potencialmente quebradizo, al mismo tiempo (y espacio); ahora que no me queda más remedio que mirar aquí y allá, adelante... Ahora que el único padre que hay aquí soy yo, sólo pienso en cobijar a mi hijo; que es quien reclama hoy en mi vida una esencia propia. Y la fórmula está en mis manos.
Comentarios
Ay, pobre yo.