Qué susto. Ayer di a enviar y se encendió el microondas. No había nada dentro, sólo una idea que había tenido horas antes necesitada de calorcito rápido. Traté de cancelar por todos los medios, pero el cuerpo de mail siguió su curso. El viejo tocadiscos, a lo suyo, pinchó Dat Dere, del grandísimo Mel Tormé. Reinicié... Al pulsar reset, directamente la puerta (inexistente) del salón se cerró.

El correo electrónico fallido había volado. Salió por error a un destino equivocado. Estaba lleno de palabras ajenas al buzón receptor, el del Defensor del Ópalo en su tercera acepción. Una dirección que jamás había marcado en para y que ahora se postulaba por delante de la dirección de mi amigo Gustavo Sarhuertor. Al final, salvo por dos apagones que no he mencionado, la idea mutada en bizcocho al salir del horno, un par de cuadros invertidos y una foto enmarcada que decidió desenfocarse... No pasó nada grave. Pero me escribe el Defensor del Ópalo para decirme que está de acuerdo conmigo en que Gustavo debería dejar esa manía que tiene de opinar compulsivamente sobre nada. Y se apunta a probar ese cóctel de ideas* que sirve con tantos licores como notas tiene el Dat Dere de Mel Tormé. *Idea tomada prestada de La espuma de los días (Boris Vian). / Gracias, grp por regalarme semejante joya literaria.
Comentarios
Durante un tiempo se lo estuve recomendando a todo el mundo y alguno que lo intentó empezó a mirarme con la sospecha de que estaba más pallá que pacá, jaja.
Gracias