Sin ánimo de lucro le dijo que no quería ofender… Pero al dar la vuelta tan bruscamente y con la palabra de respuesta en la boca echó a caminar aprisa hacia su Jaguar negro. Entonces, Diego le dio una patada –de pura rabia- al suelo. Pilló una china (pequeña piedra), ésta salió despedida a gran distancia…
Floriano, que presenció la escena y venía de seguir el recorrido de un bostezo desde el día anterior partiendo del metro de Puerto del Ángel hasta aquí (Pinar de Chamartín), se enganchó con la china y dejó que el bostezo siguiera su curso. La china, por tanto, cayó en la cabeza de un marroquí que trapicheaba con un madrileño. Floriano se frenó en seco y dejó que cayera la piedra por su propio peso…
El marroquí, cabreado por el golpe, le pegó otra patada y volvió a volar. Floriano echó a correr tras ella. Rebotó en el asfalto y llegó a una bolsa de patatas vacía. Floriano descansó. Observaba a la china. Su juego (adicción) consiste en no alterar el proceso natural de un recorrido. Pasaron dos horas hasta que Rodolfo el barrendero se llevó la bolsa. La piedrecilla rodó y un coche la atrapó en uno de sus neumáticos.
¡Mierda! Gritó Floriano. Pero el vicio le obligó a seguir la trazada. Cogió un taxi. ¡Siga a ese coche! Uno, dos y hasta 10 kilómetros recorrieron. Finalmente, ya en Vicálvaro, el coche aparcó. Floriano pagó y dejó el taxi. Leyó la situación y entendió que iba a ser difícil que la china escapara por medios naturales. Pensó con picardía… Tres horas después, cuando regresó el conductor, Floriano le avisó de que una piedra podría pincharle una rueda si seguía atrapada en su neumático. La quitó.
Ayer, paseando por una calle cualquiera me encontré a Floriano. Le había crecido la barba, estaba muy sucio, parecía un mendigo. Llevaba 1 año observando una casa. Sin moverse del sitio. Le pregunté y me contó que su china estaba entre el hormigón armado de la finca. ¡Ánimo! No se me ocurrió otra cosa que decirle. Pero hablé con unos chavales que jugaban cerca…
…Uno de ellos, a unos 5 metros de Floriano, lanzó una canica despacio, casi al ralentí, a ras de suelo. Rodó y rodó… Floriano abandonó la casa. Estaba liberado. O no.
Floriano, que presenció la escena y venía de seguir el recorrido de un bostezo desde el día anterior partiendo del metro de Puerto del Ángel hasta aquí (Pinar de Chamartín), se enganchó con la china y dejó que el bostezo siguiera su curso. La china, por tanto, cayó en la cabeza de un marroquí que trapicheaba con un madrileño. Floriano se frenó en seco y dejó que cayera la piedra por su propio peso…
El marroquí, cabreado por el golpe, le pegó otra patada y volvió a volar. Floriano echó a correr tras ella. Rebotó en el asfalto y llegó a una bolsa de patatas vacía. Floriano descansó. Observaba a la china. Su juego (adicción) consiste en no alterar el proceso natural de un recorrido. Pasaron dos horas hasta que Rodolfo el barrendero se llevó la bolsa. La piedrecilla rodó y un coche la atrapó en uno de sus neumáticos.
¡Mierda! Gritó Floriano. Pero el vicio le obligó a seguir la trazada. Cogió un taxi. ¡Siga a ese coche! Uno, dos y hasta 10 kilómetros recorrieron. Finalmente, ya en Vicálvaro, el coche aparcó. Floriano pagó y dejó el taxi. Leyó la situación y entendió que iba a ser difícil que la china escapara por medios naturales. Pensó con picardía… Tres horas después, cuando regresó el conductor, Floriano le avisó de que una piedra podría pincharle una rueda si seguía atrapada en su neumático. La quitó.
Ayer, paseando por una calle cualquiera me encontré a Floriano. Le había crecido la barba, estaba muy sucio, parecía un mendigo. Llevaba 1 año observando una casa. Sin moverse del sitio. Le pregunté y me contó que su china estaba entre el hormigón armado de la finca. ¡Ánimo! No se me ocurrió otra cosa que decirle. Pero hablé con unos chavales que jugaban cerca…
…Uno de ellos, a unos 5 metros de Floriano, lanzó una canica despacio, casi al ralentí, a ras de suelo. Rodó y rodó… Floriano abandonó la casa. Estaba liberado. O no.
Comentarios
Imagino que Floriano habrá vuelto a cuidar su imagen, en un descanso de la canica en algún lavabo público. Lo que no quiero ni imaginar es a Floriano, dejado de la mano del diós jabón, sentado en el salón de mi casa. ¿Por qué digo esto?... Mi hija juega con canicas y el otro día se encontró una cerca de casa... no vimos a nadie cerca, pero esta noche me ha parecido que no estábamos solos.
Eva