¿Recordáis la primera secuencia de La leyenda del indomable (Stuart Rosenberg, 1967)? Bueno, pues llevémosla ahora la actualidad. Me explico. Anoche, Ramiro Calatayud de Bohemia estaba borracho perdido y decidió encararse con un parquímetro de Madrid. Le dijo cuatro cosas antes de abrirlo en canal. No pretendía quedarse con la recaudación del día… sino mirar sus entrañas.
Su primera sorpresa fue que de los adentros salió un tipo muy pequeñito llamado Raúl. Tenía cara de dormido y el ceño no dejaba de fruncir. Cálmate Ramiro. No, puedo, estoy muy cabreado. ¿Por qué? Porque últimamente no doy pie con bola. Debes gestionarlo. ¿Y cómo lo hago? Con conocimiento de causa… y me voy a dar una vuelta, que mañana tengo mucho trabajo.
Raúl se fue y Ramiro, con cara de gilipollas ahí, en una calle solitaria, fría y sin entender nada de lo que pasaba. De pronto se oyeron unos golpes que procedían del interior del parquímetro. ¿Hola? ¿Se ha ido Raúl? Sí, se ha ido a dar una vuelta. Entonces irrumpió en escena un pingüino con cabeza de estornino y patas de abejaruco. Mira Ramiro, tenemos 5 minutos antes de que vuelva Raúl.
Ésta fue la segunda sorpresa.
¿Cinco minutos para qué? Cinco minutos para animarte a que tomes medidas. Por cierto, quédate con esto… que alguien me ha colado; te vendrá bien. Julio (el pingüino) saca una cámara de fotos muy compacta. La he probado, puede hacer radiografías contradictorias, pero funciona. ¿Y para qué quiero eso? A mí me ha venido muy bien, porque dentro del parquímetro Raúl y yo no nos entendemos y he podido capturar momentos clave de conflictos puntuales. ¿Y los habéis resuelto? De momento no, pero estamos en ello.
Claro, sois dos conviviendo en un espacio muy pequeño y muchas personas pasando todos los días vuestra vida. Delante de vuestras… ranuras. ¡Ahí le has dado, Ramiro! Unos nos escupen, otros –condescendientes- nos alimentan… Y después, un tipo viene cada día y nos quita lo recaudado. Y así todos los días. Me siento vacío, Ramiro. ¡Como yo, Julio… Qué hago! No sé, me meto ‘pa dentro’ que viene Raúl por ahí… Espera, espera.
Julio desapareció en la oscuridad y Raúl dio una palmadita en la espalda, jovial, mientras volvía al interior. Usa la fuerza, Luke... gritó de fondo (sonaba a hueco). La puerta se cerró. Ramiro se quedó solo con la cámara, la miró al objetivo y se disparó el automático. Llegó a casa, amplió la foto y descubrió que entre sus tripas había una figura con cara de mala hostia que le resultaba muy familiar. Se parecía mucho a él con 14 años. Imprimió la imagen y desde ese momento empezó a observar.
Su primera sorpresa fue que de los adentros salió un tipo muy pequeñito llamado Raúl. Tenía cara de dormido y el ceño no dejaba de fruncir. Cálmate Ramiro. No, puedo, estoy muy cabreado. ¿Por qué? Porque últimamente no doy pie con bola. Debes gestionarlo. ¿Y cómo lo hago? Con conocimiento de causa… y me voy a dar una vuelta, que mañana tengo mucho trabajo.
Raúl se fue y Ramiro, con cara de gilipollas ahí, en una calle solitaria, fría y sin entender nada de lo que pasaba. De pronto se oyeron unos golpes que procedían del interior del parquímetro. ¿Hola? ¿Se ha ido Raúl? Sí, se ha ido a dar una vuelta. Entonces irrumpió en escena un pingüino con cabeza de estornino y patas de abejaruco. Mira Ramiro, tenemos 5 minutos antes de que vuelva Raúl.
Ésta fue la segunda sorpresa.
¿Cinco minutos para qué? Cinco minutos para animarte a que tomes medidas. Por cierto, quédate con esto… que alguien me ha colado; te vendrá bien. Julio (el pingüino) saca una cámara de fotos muy compacta. La he probado, puede hacer radiografías contradictorias, pero funciona. ¿Y para qué quiero eso? A mí me ha venido muy bien, porque dentro del parquímetro Raúl y yo no nos entendemos y he podido capturar momentos clave de conflictos puntuales. ¿Y los habéis resuelto? De momento no, pero estamos en ello.
Claro, sois dos conviviendo en un espacio muy pequeño y muchas personas pasando todos los días vuestra vida. Delante de vuestras… ranuras. ¡Ahí le has dado, Ramiro! Unos nos escupen, otros –condescendientes- nos alimentan… Y después, un tipo viene cada día y nos quita lo recaudado. Y así todos los días. Me siento vacío, Ramiro. ¡Como yo, Julio… Qué hago! No sé, me meto ‘pa dentro’ que viene Raúl por ahí… Espera, espera.
Julio desapareció en la oscuridad y Raúl dio una palmadita en la espalda, jovial, mientras volvía al interior. Usa la fuerza, Luke... gritó de fondo (sonaba a hueco). La puerta se cerró. Ramiro se quedó solo con la cámara, la miró al objetivo y se disparó el automático. Llegó a casa, amplió la foto y descubrió que entre sus tripas había una figura con cara de mala hostia que le resultaba muy familiar. Se parecía mucho a él con 14 años. Imprimió la imagen y desde ese momento empezó a observar.
Comentarios
abrazos!
Seguro que nos podría evitar males mayores,no solo el cabreo que llevábamos,si no el que se nos pondría,si nos pasaran la cuenta de lo que cuesta arreglar el parquimetro.
Un saludo.