Por Siël So Yyo
Caí en la cuenta y del golpe recordé algo que había olvidado hacía tiempo. Recordar me agitó. Agitar me llevó a somatizar. El sarpullido tenía forma de gallipato. Con 12 años tuve un anfibio similar, pero lo ahogué sin querer el mismo día que murió mi primo Teruel. Aquel año fue un infierno. Mi tío Varsovia, que era mi padre, murió de un susto gratuito. Mi madrastra Bernarda, que era tía tercera, sufrió un colapso en el sieso; murió de golpe.
Sin querer bostecé, se me taponaron los oídos. No escuché los latidos de mi corazón. Empecé a temblar. Temblar me llevó a pensar en la versión oficial del accidente que mató a mis padres biológicos. Se me cayó, de los espasmos, el DNI al suelo. Se me nubló la vista justo por el lado de mis apellidos. Verme sin identidad me alteró. Volví a somatizar; pero esta vez... no era un anfibio sino una mangosta (similar al suricata, pero con más mala hostia). Aquel animal que me arrancó una idea el día que la tuve.
Llevo dos años sin cara, sin brazos, sin piernas, sin habla. Como el Tío Miserias, o como Johny pero sin fusil. Sólo oigo y escucho cuando puedo, pero no puedo comunicarme, no sé morse. He aprendido a observar sin sentir, a olvidar y dejar de respetarme. Sólo regreso cuando mi mujer me pregunta Por qué tienes esa cara, parece que vas a un entierro.
Entonces miro mi cuenta bancaria y me pregunto por qué tengo tanto dinero si no sé qué hago con él. Mañana toca reunión con los japoneses y comida con los pesados del patrocinio, después me entregan un premio por... se me ha olvidado. Aunque el gallipato se ha ido sólo veo anfibios por todas partes, pero no puedo cogerlos, porque no tengo ni dedos ni sensibilidad para evitar que se resbalen.
Caí en la cuenta y del golpe recordé algo que había olvidado hacía tiempo. Recordar me agitó. Agitar me llevó a somatizar. El sarpullido tenía forma de gallipato. Con 12 años tuve un anfibio similar, pero lo ahogué sin querer el mismo día que murió mi primo Teruel. Aquel año fue un infierno. Mi tío Varsovia, que era mi padre, murió de un susto gratuito. Mi madrastra Bernarda, que era tía tercera, sufrió un colapso en el sieso; murió de golpe.
Sin querer bostecé, se me taponaron los oídos. No escuché los latidos de mi corazón. Empecé a temblar. Temblar me llevó a pensar en la versión oficial del accidente que mató a mis padres biológicos. Se me cayó, de los espasmos, el DNI al suelo. Se me nubló la vista justo por el lado de mis apellidos. Verme sin identidad me alteró. Volví a somatizar; pero esta vez... no era un anfibio sino una mangosta (similar al suricata, pero con más mala hostia). Aquel animal que me arrancó una idea el día que la tuve.
Llevo dos años sin cara, sin brazos, sin piernas, sin habla. Como el Tío Miserias, o como Johny pero sin fusil. Sólo oigo y escucho cuando puedo, pero no puedo comunicarme, no sé morse. He aprendido a observar sin sentir, a olvidar y dejar de respetarme. Sólo regreso cuando mi mujer me pregunta Por qué tienes esa cara, parece que vas a un entierro.
Entonces miro mi cuenta bancaria y me pregunto por qué tengo tanto dinero si no sé qué hago con él. Mañana toca reunión con los japoneses y comida con los pesados del patrocinio, después me entregan un premio por... se me ha olvidado. Aunque el gallipato se ha ido sólo veo anfibios por todas partes, pero no puedo cogerlos, porque no tengo ni dedos ni sensibilidad para evitar que se resbalen.
Comentarios
(ese “observar sin sufrir” me ha hecho pensar en Kurt, alguien a quién conocí brevemente).
Fdo: el admirador asombrado a pleno sol.