Por Tomás Defec*
Quise ser villano, malvado... Un cabrón en toda regla. Tenía que hacer el mal si quería salir de la mierda de vida monacal que llevaba. Nadie me obligaba, sólo yo y mis pocos escrúpulos mermados. Empecé a entonar el himno, pero antes ya había calentado el bar, insultando desde lo más sucio a cada uno de los paletos de mis vecinos. Sorprendidos al principio porque no reconocían esa actitud en mí, no reaccionaron, seguramente achacando mi actitud a algún tipo de enajenación espontánea, no se defendieron. Pero con el himno pasaron al ataque.
Soy huérfano. Bastardo seguramente. Hijo único y el ojito derecho de las monjas del pueblo (Doblegadas de la Marisma Porosa). Pero ya no puedo más. El médico me ha dicho que me quedan dos días de vida útil después de la paliza recibida. Necesito sentirme estas próximas 48 horas un tipo normal, y no lo consigo a pesar de haber hecho el mal para equilibrar... Una enfermera-monja (cuya blusa deja entrever una camiseta interior con un dibujo de un pez globo), de unos setenta años, me dice mientras me seda que soy el mártir de "la roja".
Y me dice más, mientras se me cierran los ojos: Morirás al final de la Final. Entonces sabrás el sentido de "la roja". Porque hijo mío, yo "la roja" ¡soy tu madre! Descansa en paz...
*Tomás Defec es un habitual seguidor de este blog. Me manda esta crónica personal por mail desde el Hospital de Santa Jurnila de Doblez.
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Mi propio instinto de provocación -certificado ante notario por intuición- me llevó a cantar el himno equivocado en lugar equivocado, el bar de mi pueblo (de cuyo nombre preferiría olvidar). Me sacaron tarjeta roja y me cayó del cielo una paliza por los cuatro costados y los seis sentidos (una hermana me donó algo de tacto adicional). Hostia por aquí, patada por allá, y en la fuente de la plaza terminé sólo y medio muerto (eso sí, medio lleno porque en el fondo soy un gañán optimista).
Quise ser villano, malvado... Un cabrón en toda regla. Tenía que hacer el mal si quería salir de la mierda de vida monacal que llevaba. Nadie me obligaba, sólo yo y mis pocos escrúpulos mermados. Empecé a entonar el himno, pero antes ya había calentado el bar, insultando desde lo más sucio a cada uno de los paletos de mis vecinos. Sorprendidos al principio porque no reconocían esa actitud en mí, no reaccionaron, seguramente achacando mi actitud a algún tipo de enajenación espontánea, no se defendieron. Pero con el himno pasaron al ataque.
Soy huérfano. Bastardo seguramente. Hijo único y el ojito derecho de las monjas del pueblo (Doblegadas de la Marisma Porosa). Pero ya no puedo más. El médico me ha dicho que me quedan dos días de vida útil después de la paliza recibida. Necesito sentirme estas próximas 48 horas un tipo normal, y no lo consigo a pesar de haber hecho el mal para equilibrar... Una enfermera-monja (cuya blusa deja entrever una camiseta interior con un dibujo de un pez globo), de unos setenta años, me dice mientras me seda que soy el mártir de "la roja".
Y me dice más, mientras se me cierran los ojos: Morirás al final de la Final. Entonces sabrás el sentido de "la roja". Porque hijo mío, yo "la roja" ¡soy tu madre! Descansa en paz...
*Tomás Defec es un habitual seguidor de este blog. Me manda esta crónica personal por mail desde el Hospital de Santa Jurnila de Doblez.
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Comentarios
(Aplaudo a ese personaje-monja-roja-madre que guarda un pez venenoso bajo el hábito).
Fdo.:Del Bosque
Le quedan 48 horas de vida útil, bueno, no es poco, los hay que nunca llegaron a ser útiles tantas horas.
para mí, valdria la pena recibir las hostias y más si me "dictaminan" 48 horas solo de vida.
Un abrazo