El primo de mi amigo Carmelo, me cuenta que su comunidad vive aterrorizada por el mal carácter del vecino del 8º. Se parece muchísimo a Falconetti (William Smith, Hombre rico, hombre pobre, 1976), matiza. Todo comenzó con unas obras sin autorización en la terraza. Durante la reforma, Marisa la “roja” del 6º (60 años de activismo republicano) que vive justo debajo y se encarga de la portería, sufrió un exceso los ruidos. Los albañiles y Cía. trabajaban en fin de semana. El dueño se había ido de viaje durante “la procesión” y no la controlaba. Al parecer, sólo les dio una directriz: acabad cuanto antes. Goteras, grietas y demás fueron decorando el techo y paredes de Marisa. Trató de localizar al del 8º, pero éste no contestaba al móvil.
Denunciado unánimemente por la comunidad, el vecino decidió tomarse la justicia por su mano. La sentencia era clara, tenía que tirar abajo las obras realizadas y su seguro se tenía que hacer cargo de los desperfectos en casa de Marisa. Su interpretación no fue otra que la de ver contra él una conspiración. Ahora, se va de casa y deja la tele puesta con el volumen a tope; otro día deja encendida la cadena de música con temas del Consorcio, Rafaela Carrá y a veces de Amaral. Siempre a todo volumen.
En la última reunión de vecinos se encaró con dos propietarios que se negaron a apoyar su última iniciativa: echar a Marisa por “roja” (esto lo dijo ya al final, cuando la vena del cuello estaba al borde del estallido) y mala portera. También la acusó de haber autoprovocado los desperfectos de su piso. Ni ellos ni nadie le apoyaron. Marisa “es una gran trabajadora, eficaz, nada cotilla y siempre está para todos”. Palabras del primo de Carmelo. El hombre delira y ahora se dedica a ir aporreando las puertas de los vecinos a las 3 de la madrugada. Se hace dos veces el recorrido. Cada vez que se encuentra en el ascensor con alguien le endosa todas sus miserias; si no le siguen el rollo se arranca por exabruptos. Se arrima mucho y amenaza.
Y así lleva esta pequeña comunidad 1 año.
Denunciado unánimemente por la comunidad, el vecino decidió tomarse la justicia por su mano. La sentencia era clara, tenía que tirar abajo las obras realizadas y su seguro se tenía que hacer cargo de los desperfectos en casa de Marisa. Su interpretación no fue otra que la de ver contra él una conspiración. Ahora, se va de casa y deja la tele puesta con el volumen a tope; otro día deja encendida la cadena de música con temas del Consorcio, Rafaela Carrá y a veces de Amaral. Siempre a todo volumen.
En la última reunión de vecinos se encaró con dos propietarios que se negaron a apoyar su última iniciativa: echar a Marisa por “roja” (esto lo dijo ya al final, cuando la vena del cuello estaba al borde del estallido) y mala portera. También la acusó de haber autoprovocado los desperfectos de su piso. Ni ellos ni nadie le apoyaron. Marisa “es una gran trabajadora, eficaz, nada cotilla y siempre está para todos”. Palabras del primo de Carmelo. El hombre delira y ahora se dedica a ir aporreando las puertas de los vecinos a las 3 de la madrugada. Se hace dos veces el recorrido. Cada vez que se encuentra en el ascensor con alguien le endosa todas sus miserias; si no le siguen el rollo se arranca por exabruptos. Se arrima mucho y amenaza.
Y así lleva esta pequeña comunidad 1 año.
Comentarios
Y dos: estoy seguro de que si ocasionas algún daño, no verías conspiraciones ajenas y lo remediarías. Me equivoco?
Y por último, en mi relato he omitido detalles más desagradables y mezquinos del tipo en cuestión.
Suerte con las obras!