Hace unas horas que me he cogido un taxi y vengo muy sorprendido... Por qué. Os lo cuento. Antes os describo el paisaje que será el detonante de la historia. Estamos parados en un semáforo (Alberto Alcocer con el Paseo del Castellana) y nuestra derecha una madre gitana y su hijo intentan coger un taxi, parece que sin éxito. Nadie los para. Se abre el semáforo y nos vamos. Tras el primer minuto de silencio, el conductor decide arrancarse: “La verdad, yo no es por ser racista, pero no suelo subir gitanos al coche. Un día se bajaron sin pagar, otro me robaron”. Hasta aquí todo normal. Sus palabras parecían moderadas, en efecto no había racismo en ellas, sino reacción por la experiencia con un determinado grupo de gente. Así pues le apoyé con un: “Normal”.
Pasado otro minuto, nos paramos en otro semáforo (Sor Ángela de la Cruz con Orense). A nuestra izquierda dos amigos marroquíes cruzan la calle. La conversación entre el taxista y yo no había ido a más, pero aquí comenzó el monólogo fuerte. Me dice: “Pues qué le voy a decir, a mí estos moros no me gustan, son un atajo de vagos que ya me gustaría verles trabajar de verdad (...) ¿No vio el otro día en la tele cómo les sacaban robando en la Puerta del Sol? (...) ¡Qué cabrones!”...
Yo no podía reaccionar. Me pilló espeso, porque ante unas palabras así suelo contestar. Pensé un poco, respiré. Pero él seguía a la suya y no paraba de introducir la coletilla: “Y de verdad que no soy racista”. Continuaba contando (ya iba por el 8), oyéndole, respirando, pero ya no escuchaba el discurso Losanto-COPEtista de siempre. “A mí cuando un sudamericano de esos, me viene...”. Bla bla bla... Ahora ya, ni le escucho...
Pasado otro minuto, nos paramos en otro semáforo (Sor Ángela de la Cruz con Orense). A nuestra izquierda dos amigos marroquíes cruzan la calle. La conversación entre el taxista y yo no había ido a más, pero aquí comenzó el monólogo fuerte. Me dice: “Pues qué le voy a decir, a mí estos moros no me gustan, son un atajo de vagos que ya me gustaría verles trabajar de verdad (...) ¿No vio el otro día en la tele cómo les sacaban robando en la Puerta del Sol? (...) ¡Qué cabrones!”...
Yo no podía reaccionar. Me pilló espeso, porque ante unas palabras así suelo contestar. Pensé un poco, respiré. Pero él seguía a la suya y no paraba de introducir la coletilla: “Y de verdad que no soy racista”. Continuaba contando (ya iba por el 8), oyéndole, respirando, pero ya no escuchaba el discurso Losanto-COPEtista de siempre. “A mí cuando un sudamericano de esos, me viene...”. Bla bla bla... Ahora ya, ni le escucho...
REACCIÓN
Cuando estamos a la altura de Emilio Castelar miro a mi izquierda y me encuentro la señal (la tenéis en la imagen). Por fin reacciono. En una reflexión fugaz me dije para mis adentros: ¿Voy a discutir con éste señor? ¡Al contrario! Entonces es cuando empieza mi show y le contesto: ¿Sabe qué le digo? Que es usted un blando... Mire, yo a esta panda de hijos de puta les llevaba, no a un penal, sino al paredón... Sí, al mismo sitio al que habría que llevarse a todos los rojos de mierda, a los maricones y a los apestosos negros. Si José Antonio viviera, no el puto blando paleto de Franco, se iba a enterar esta gentuza... como el Zapatero y sus ministras de pacotilla. ¡Qué asco! ¡Rojos de mierda! Y así termina mi monólogo.
Se hizo el silencio... Y segundos después me dice el taxista: Bueno, ¿tampoco es eso, no?
Se hizo el silencio... Y segundos después me dice el taxista: Bueno, ¿tampoco es eso, no?
Comentarios
Caray!. vaya reacción!
Loque daría yo por ver el careto del taxista!
Seguro que empezó a dejar un olor un poco molesto!
De verdad que me encantaría verle la cara
Se lo ganó, bien por tí niño!
No sé cómo es tu físico, pero me gustaría que fueras alto, formido y con tu pelo rapado!
Al taxista se le habría quitado las ganas de seguir con su perorata.
Un biquiño desde galicia.
En fin, parece que ese día, el tipo reflexionó.
Gracias por comentar, Diana.
Un abrazo.
Saludos desde Granada
Paco