No soy crítico de cine, pero me voy a arrancar por elogios. Gracias Isabel Coixet por haber aceptado el encargo y por habernos regalado esta joya cinematográfica titulada Elegy. Tampoco soy un cinéfilo, pero gracias a mis padres llevo viendo cine desde niño. Hoy son muy pocos los fines de semana que no compro un par de entradas. Y si falto, siempre está el DVD. Pero dejaré de intentar dar algo de peso a mi impresión sobre la película para hablar de ella directamente.
Es evidente que la base de Philip Roth es sólida y dota de profundidad y ágiles análisis a cada diálogo de la película. No estamos hablando de una historia erótica entre un profesor sesentón y una lolita universitaria; que es lo que parece vender el trailer. Afortunadamente va mucho más allá. Tampoco trata de las típicas reflexiones de un señor que apenas es consciente de su incipiente ingreso en la tercera edad. Por supuesto que no. El entramado es mucho más complejo y sencillo que eso –valga la paradoja-.
Nada es absoluto, las tendencias maniqueas quedan desterradas. Un brillante escritor, profesor universitario y mago de la palabra (Ben Kingsley) lleva una vida solitaria y alejada de compromisos sentimentales y/o familiares (entendiendo el concepto familia en el sentido más ortodoxo de la palabra). Comparte escenario con un amigo fiel y reconocido poeta (Dennis Hopper) con el que intercambia (sin prejuicios) impresiones sobre la madurez – inmadurez con la que afrontan el paso del tiempo (que no da tregua miremos donde miremos). También aparece en escena una amante fiel e itinerante (Patricia Clarkson), de vuelta de todo y con un próspero negocio entre sus manos. Sus encuentros sexuales y catárticos se asemejan al ‘metrónomo’ de Marcel Proust en En busca del tiempo perdido. Con presencia perenne, irrumpe en su vida el hijo (Peter Sarsgaard) que resentido por el abandono en la infancia, llama a su padre cada noche para volcar sus miserias sobre él. Interesantísima y vital es la evolución (y giro) que vive esta peculiar relación padre – hijo. Y claro está, nos encontramos a la amante universitaria protagonista: Penélope Cruz. Está tan bien dirigida que te olvidas de quién es la actriz. Su personaje trasciende y crece. Para mí (con permiso de Almodóvar y previo visionado de la peli de Woody Allen), su mejor personaje. Nada histriónica, natural, logra enamorar por la sencillez y no tanto por lo visual (la belleza salta a la vista, pero no en primer plano). Y por supuesto, el giro que pega su relación con el profesor es magnífico, sublime.
Coixet hace suya la película. Trata con espectacular mimo cada plano, son cuadros (en el mejor sentido de la palabra) en sí mismos. Poesía visual. Las miradas, los gestos, los silencios, la luz tenue, los paneos (deslizamiento del plano sobre el sujeto u objeto que está captando la cámara) de transición de una secuencia a otra… Un todo, que unido al peso argumental, dan como resultado un film imprescindible y de los que hay coleccionar posteriormente en video, dvd o blue-Rayteca.
Alguno dirá: pues para eso me voy a una exposición de audiovisuales… Pues no, amigo. Por mí puedes hacer lo que te dé la gana. Pero te perderás una película de esas que invitan a reflexionar, entretienen e hipnotizan. Con el sello claro de Coixet, la película está adaptada con maestría. El universo de Roth coexiste y se funde equilibrada y armónicamente con el de Miss Wasabi.
¡Enhorabuena y gracias, Isabel Coixet!
Es evidente que la base de Philip Roth es sólida y dota de profundidad y ágiles análisis a cada diálogo de la película. No estamos hablando de una historia erótica entre un profesor sesentón y una lolita universitaria; que es lo que parece vender el trailer. Afortunadamente va mucho más allá. Tampoco trata de las típicas reflexiones de un señor que apenas es consciente de su incipiente ingreso en la tercera edad. Por supuesto que no. El entramado es mucho más complejo y sencillo que eso –valga la paradoja-.
Nada es absoluto, las tendencias maniqueas quedan desterradas. Un brillante escritor, profesor universitario y mago de la palabra (Ben Kingsley) lleva una vida solitaria y alejada de compromisos sentimentales y/o familiares (entendiendo el concepto familia en el sentido más ortodoxo de la palabra). Comparte escenario con un amigo fiel y reconocido poeta (Dennis Hopper) con el que intercambia (sin prejuicios) impresiones sobre la madurez – inmadurez con la que afrontan el paso del tiempo (que no da tregua miremos donde miremos). También aparece en escena una amante fiel e itinerante (Patricia Clarkson), de vuelta de todo y con un próspero negocio entre sus manos. Sus encuentros sexuales y catárticos se asemejan al ‘metrónomo’ de Marcel Proust en En busca del tiempo perdido. Con presencia perenne, irrumpe en su vida el hijo (Peter Sarsgaard) que resentido por el abandono en la infancia, llama a su padre cada noche para volcar sus miserias sobre él. Interesantísima y vital es la evolución (y giro) que vive esta peculiar relación padre – hijo. Y claro está, nos encontramos a la amante universitaria protagonista: Penélope Cruz. Está tan bien dirigida que te olvidas de quién es la actriz. Su personaje trasciende y crece. Para mí (con permiso de Almodóvar y previo visionado de la peli de Woody Allen), su mejor personaje. Nada histriónica, natural, logra enamorar por la sencillez y no tanto por lo visual (la belleza salta a la vista, pero no en primer plano). Y por supuesto, el giro que pega su relación con el profesor es magnífico, sublime.
Coixet hace suya la película. Trata con espectacular mimo cada plano, son cuadros (en el mejor sentido de la palabra) en sí mismos. Poesía visual. Las miradas, los gestos, los silencios, la luz tenue, los paneos (deslizamiento del plano sobre el sujeto u objeto que está captando la cámara) de transición de una secuencia a otra… Un todo, que unido al peso argumental, dan como resultado un film imprescindible y de los que hay coleccionar posteriormente en video, dvd o blue-Rayteca.
Alguno dirá: pues para eso me voy a una exposición de audiovisuales… Pues no, amigo. Por mí puedes hacer lo que te dé la gana. Pero te perderás una película de esas que invitan a reflexionar, entretienen e hipnotizan. Con el sello claro de Coixet, la película está adaptada con maestría. El universo de Roth coexiste y se funde equilibrada y armónicamente con el de Miss Wasabi.
¡Enhorabuena y gracias, Isabel Coixet!
Comentarios
Justo estuve también este fin de semana viendo la pelicula, y si me parecio fascinante toda ella, tambien me lo ha parecido tu forma de resumirla y expresar lo que es, y lo que podía haber sido, y gracias a una buena dirección no fué, sino que derivo en mucho más..
Ya tengo una buena crítica escrita para mandar a mis amigos y que se animen a ir a verla
Espero sigas escribiendo muchos más post sobre peliculas que veas!
Un saludo!!
Espero que para la próxima -espero que sigáis entrando en mi rinconcillo bloguero- superéis el anonimato.
Gracias sinceras.
Dani