Y volviendo a Freud volví a encontrármelo por la calle. En este caso fue, como podéis ver, en una señal más... de surtidores. El mismo Sigmund se erige en fuente (agotable) de combustible mientras nos mira. Nos sugiere que si paramos en unos metros, él nos enchufará una manguera para introducirnos energía y así poder continuar –autónomos- nuestro viaje...
Y el caso es que aún no sé de quién se trata. Desconozco quién puede ser el autor de semejante hazaña. ¿Pegará los adhesivos por la noche o disimuladamente durante el día? Y cómo se disimula una cosa así? ¿Llevará siempre una escalera para alcanzar las alturas prohibidas al resto de los viandantes? En fin, espero pillarle un día en pleno momento de acción y hacerle unas preguntas. Si esto ocurre, no dudéis Tapón (el fiel seguidor de este blog) y Anónimos (el resto que no sois muchos, pero no sabéis cómo valoro vuestra mirada) que os traeré las respuestas hasta aquí.
¡Salud mental a todos y feliz adicción bloguera!
He vuelto a ver a Freud en la calle... En realidad, esta entrada de hoy bien podría ser la segunda parte de España se rompe en el metro... Aunque también de Ese paraíso llamado Cicely. Incluso, una consecución del post de ayer de César Calderón sobre la web de apoyo a Esperanza Aguirre... Y qué decir del reportaje, previamente recomendado por Rosa J. Cano de María R. Sahuquillo en El País sobre el ‘enganche’ a Internet, publicado a la vez que Esa santa adicción a la blogosfera... (ahora es cuando en este paréntesis me niego a hacer metáfora a alguna sobre la vida y la rueda que gira y sigo con el post).
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Diván.
Tapón
Salud!
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