Casimiro anda estos días un poco triste. Como cada Domingo, pasea por la acera de la derecha (Calle Imposible) a las 12 del mediodía. Volví a seguirle, pero a cierta distancia, porque como ya os conté me tiene cogida la medida. Lo cierto, es que hay algunas cosas que es mejor mirarlas de lejos. En esta ocasión Casimiro hablaba con su difunto amigo y compañero de trabajo Matías. Discutían sobre El retrato de Dorian Gray.
A Casimiro no le parecía bien que Matías hubiera hecho un pacto con el gran jefe por un eterno puesto de trabajo. Esa fidelidad fue la que le llevó a palmar de la manera más absurda. Como acataba todo lo que Don Carlos le mandaba, un día le pidió que fuera a recoger su coche al taller. No os creáis que era un flamante BMW, un Lexus o un Ferrari. No, conducía un Renault 18 del año 88. Don Carlos estaba forrado, pero se sentía bien ejerciendo de auténtico rata y no menos miserable. Cínico, salvaje en su trato con los demás, etc, etc. Cuando Matías estaba trayendo el “carro”, se vio asaltado por la curiosidad. Abrió la guantera y encontró una servilleta con algo apuntado. El texto decía algo así como “lánzate, grandullón…”, enmarcado en una huella de labios deformes y sobre un número de teléfono. Se distrajo ante su interpretación de los hechos soterrados, ante semejante tópico, patético y tan conocido cuadro. Cambio de carril y se mató en el accidente.
Casimiro no se pudo despedir de él y desde entonces habla solo… Nunca perdonó al jefe. Debió ocurrir por estas fechas. Lloraba desconsoladamente. Decidí acercarme y saludarle. Lo hice y me respondió: “Nunca hagas más de lo que debes”. Hasta ahí bien, después empezó a desvariar. Su mirada se centró en la nada y continuó hablando: “Matías, no leas más ese libro, te va a matar… Ser joven es un mal endémico… no te mires al espejo… no te mires al espejo… tápalos… rómpelo… Yo inventé la luz, yo soy el que soy… Don Carlos, que te den”.
A Casimiro no le parecía bien que Matías hubiera hecho un pacto con el gran jefe por un eterno puesto de trabajo. Esa fidelidad fue la que le llevó a palmar de la manera más absurda. Como acataba todo lo que Don Carlos le mandaba, un día le pidió que fuera a recoger su coche al taller. No os creáis que era un flamante BMW, un Lexus o un Ferrari. No, conducía un Renault 18 del año 88. Don Carlos estaba forrado, pero se sentía bien ejerciendo de auténtico rata y no menos miserable. Cínico, salvaje en su trato con los demás, etc, etc. Cuando Matías estaba trayendo el “carro”, se vio asaltado por la curiosidad. Abrió la guantera y encontró una servilleta con algo apuntado. El texto decía algo así como “lánzate, grandullón…”, enmarcado en una huella de labios deformes y sobre un número de teléfono. Se distrajo ante su interpretación de los hechos soterrados, ante semejante tópico, patético y tan conocido cuadro. Cambio de carril y se mató en el accidente.
Casimiro no se pudo despedir de él y desde entonces habla solo… Nunca perdonó al jefe. Debió ocurrir por estas fechas. Lloraba desconsoladamente. Decidí acercarme y saludarle. Lo hice y me respondió: “Nunca hagas más de lo que debes”. Hasta ahí bien, después empezó a desvariar. Su mirada se centró en la nada y continuó hablando: “Matías, no leas más ese libro, te va a matar… Ser joven es un mal endémico… no te mires al espejo… no te mires al espejo… tápalos… rómpelo… Yo inventé la luz, yo soy el que soy… Don Carlos, que te den”.
Comentarios
Aveces se pone un tonto dentro de su peculariedad ¿no crees?