Hola doctor. Cuénteme. Nada, que he decidido venir a verle. Y cuénteme, por qué. Soy bloguero. Mmmmmm. Qué, qué pasa. Nada, nada, continúe. Ya, ya continúo, pero ese mmmmm no sé qué quiere decir. ¿Y qué cree que quiere decir? Que tengo algo raro, no? Mmmmm ¡Otra vez! Defina raro. Raro, diferente, extraño, delirante, deforme, asocial, antisocial, simpático…
Después de la primera sesión psicoanalítica de Orlando; después de muchos mmmm y demás preguntas conceptuales; después de 45 minutos de diván decidió seguir con la terapia. Cada vez que escribía un post, Orlando notaba que decía-escribía cosas que no salían de él en ningún otro soporte ni en otros momentos de su vida. Algunas más sorprendentes, otras más previsibles, le servían para que, después de teclear notara un alivio extraordinario. En alguna ocasión también caía en un profundo estado de desconcierto.
Nadie leía lo que escribía, pero no importaba. Ese no era el fin, en principio. Siempre escribe, si no es en su cuadernillo, lo hace en una servilleta típica de bar… con las bandas verdes. Incluso alguna vez lo hace en el rollo de papel higiénico si se tercia. El blog le había salvado en parte. Un día llegó un comentario a su blog. Un tal “Curch3040” estaba asombrado por lo que escribía. El comentario decía: “Es usted extraordinario. Lo que escribe tiene gran valor. ¿De dónde le sale?” Pero no había forma de ponerse en contacto con él.
Acostumbrado a la soledad bloguera, aquel comentario aislado le sumió en un estado de plenitud desconocido… No fue el último, comenzaron a llegar más, a cada cual mejor, con más argumentos sobre la calidad de sus textos. Y así hasta convertirse en una referencia mundial.
Hoy, Orlando vive en Tonga y se dedica a escardar cebollinos y a la cría del percebe salvaje. Su blog ya no existe, lo suprimió, pero ha colgado otro anónimo que pulula por la red. Aún no lo he localizado, y me da a mí que trata con pasión el mundo de la ameba, concretamente la de ciudad.
Después de la primera sesión psicoanalítica de Orlando; después de muchos mmmm y demás preguntas conceptuales; después de 45 minutos de diván decidió seguir con la terapia. Cada vez que escribía un post, Orlando notaba que decía-escribía cosas que no salían de él en ningún otro soporte ni en otros momentos de su vida. Algunas más sorprendentes, otras más previsibles, le servían para que, después de teclear notara un alivio extraordinario. En alguna ocasión también caía en un profundo estado de desconcierto.
Nadie leía lo que escribía, pero no importaba. Ese no era el fin, en principio. Siempre escribe, si no es en su cuadernillo, lo hace en una servilleta típica de bar… con las bandas verdes. Incluso alguna vez lo hace en el rollo de papel higiénico si se tercia. El blog le había salvado en parte. Un día llegó un comentario a su blog. Un tal “Curch3040” estaba asombrado por lo que escribía. El comentario decía: “Es usted extraordinario. Lo que escribe tiene gran valor. ¿De dónde le sale?” Pero no había forma de ponerse en contacto con él.
Acostumbrado a la soledad bloguera, aquel comentario aislado le sumió en un estado de plenitud desconocido… No fue el último, comenzaron a llegar más, a cada cual mejor, con más argumentos sobre la calidad de sus textos. Y así hasta convertirse en una referencia mundial.
Hoy, Orlando vive en Tonga y se dedica a escardar cebollinos y a la cría del percebe salvaje. Su blog ya no existe, lo suprimió, pero ha colgado otro anónimo que pulula por la red. Aún no lo he localizado, y me da a mí que trata con pasión el mundo de la ameba, concretamente la de ciudad.
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Vuelva de Tonga
La de filosofía