Hola señorita, buenos días, llamo porque me gustaría darme de baja. ¿Le puedo preguntar por qué motivo? No. ¿Podemos hacer algo porque cambie de idea? No. ¿Lo ha pensado bien? Señorita, le ruego que me dé de baja, no veo la tele y menos sus canales. ¿Y no le interesaría el paquete familiar? No, señorita, por favor, proceda.
¿Me dice sus datos? Pero si acabo de hacerlo antes de hablar con usted; de hecho para hablar con usted, antes he tenido que ‘cantarlos’ uno a uno. Disculpe, es el procedimiento habitual, le paso con una sistema automático… ¡No, no, señorita, no cuelgue! Exponga usted el motivo de su baja. Sin palabras, atónito. Perdón, no le hemos oído, exponga usted el motivo de su llamada…
Uno a uno fui dictando a la máquina mis motivos y demás datos para darme de baja del canal de pago. Y cuando terminé… Buenos días, le atiende Guadalupe Ortega, qué desea. Disculpe señorita, acabo de hablar con una compañera suya para darme de baja y he pasado por dos llamadas automáticas para dar mis datos y proceder… Lo siento, habrá algún fallo en el sistema.
Quince minutos después y dos aportaciones más de datos, vuelve Guadalupe. Por fin la misma operadora. Bien, tiene que enviarnos un fax exponiendo los motivos y los datos de abonado. ¿Y no puede ser un mail? No, lo siento. ¿Y para qué he tenido que dar mis datos a una máquina? Lo siento, es el procedimiento habitual. Vale. Unos técnicos irán a retirar el descodificador; son 30 euros. ¿Perdón? 30 euros. Pero qué me dice… Si quiere puede llevarlo usted a una oficina oficial…
¿Delirante, no? ¿Familiar, verdad? Seguro que más de uno habéis pasado por algo así. Es lo que hay. ¿Cómo será la vida de un operador telefónico? ¿Cómo dormirá el impulsor de este tipo de procesos? ¿Quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde nos codificamos?
¿Me dice sus datos? Pero si acabo de hacerlo antes de hablar con usted; de hecho para hablar con usted, antes he tenido que ‘cantarlos’ uno a uno. Disculpe, es el procedimiento habitual, le paso con una sistema automático… ¡No, no, señorita, no cuelgue! Exponga usted el motivo de su baja. Sin palabras, atónito. Perdón, no le hemos oído, exponga usted el motivo de su llamada…
Uno a uno fui dictando a la máquina mis motivos y demás datos para darme de baja del canal de pago. Y cuando terminé… Buenos días, le atiende Guadalupe Ortega, qué desea. Disculpe señorita, acabo de hablar con una compañera suya para darme de baja y he pasado por dos llamadas automáticas para dar mis datos y proceder… Lo siento, habrá algún fallo en el sistema.
Quince minutos después y dos aportaciones más de datos, vuelve Guadalupe. Por fin la misma operadora. Bien, tiene que enviarnos un fax exponiendo los motivos y los datos de abonado. ¿Y no puede ser un mail? No, lo siento. ¿Y para qué he tenido que dar mis datos a una máquina? Lo siento, es el procedimiento habitual. Vale. Unos técnicos irán a retirar el descodificador; son 30 euros. ¿Perdón? 30 euros. Pero qué me dice… Si quiere puede llevarlo usted a una oficina oficial…
¿Delirante, no? ¿Familiar, verdad? Seguro que más de uno habéis pasado por algo así. Es lo que hay. ¿Cómo será la vida de un operador telefónico? ¿Cómo dormirá el impulsor de este tipo de procesos? ¿Quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde nos codificamos?
Comentarios
Ese caso que cuentas me parece semejante, pero la pegunta que me hice cuando leí aquel libro, vuelve ahora ¿de qué se vengan?¿por qué quieren venganza?
No sé de qué se querrán vengar, ni por qué quieren vengarse, pero me hago una idea. Podría ser que a raíz de un complejo-trauma arraigado (con el origen muy lejos de lo perceptible) en estos "supuestos expertos" lo hayan sublimado hasta el punto de atacar a todo ser viviente por el hecho de serlo, pues ellos hace mucho que murieron (por no aprender adecuadamente a vivir) en vida. Normalmente se esconden bajo la apariencia de alguien altruísta, buena gente, que no rompen un plato y parecen estar pendientes de todo el mundo; hacen regalos generosos, sonríen sin cesar... pero sólo es un reflejo de eso que tienen dentro; de eso que les hace necesitar ser aceptados y queridos (compulsivamente) por vecinos y amigos. El lado perverso que ya ni controlan provoca el surgir de la venganza. No sé, es lo que se me ha ocurrido así, a priori.