Algún sabiondo comentó alguna vez que para lograr algo importante, para estar “arriba” entre los números uno; para ganar torneos y ser un fuera de serie es imprescindible tener una actitud soberbia y comportarse con altanería ante los demás (incluidos ‘rivales’ y rivales a la fuerza). Aunque sea con el deporte como ejemplo, la victoria de Carlos Sastre se rompe semejante estupidez. Aunque ya se había roto con Pau Gasol, Rafa Nadal ("Soy feliz como número 2"), Miguel Indurain , Alberto Contador o Roger Federer, entre algunos más. Ejemplos de humildad y sencillez.
Sastre ha sido un luchador toda su vida, un gregario, un escalador con mayúsculas. Un tipo, en definitiva, que se lo ha currado cada día. Y la prensa internacional... rendida ante sus pedaleos. Es cierto que muchos “curritos” se dejan la piel como él y jamás asomarán la nariz a un podio ni a nada parecido. Pero para eso están algunos “portavoces” como ejemplo de un grupo humilde de gente que merece la pena. Entiendo que la soberbia no es más que un síntoma de un complejo arraigado, de una necesidad compulsiva de mostrar al mundo su existencia. Y tan poco hay que culparlos de nada, seguramente nadie les hizo puto caso cuando uno requiere una mínima atención. O por el contrario, han sufrido el machaque de unos progenitores o tutores que los han lavado el cerebro a costa de: “tienes que ser el mejor o no serás nada”… Quién sabe.
Lo peor es la gente llana que va de buena por la vida (y/o las víctimas perennes), no les ves venir y son nada más que seres retorcidos. Y cuando están a la distancia que consideran de seguridad, zas te lanzan un dardo con más veneno concentrado que el de una viuda negra. Y cuando suben el escalafón te miran, ya no por debajo del hombro, peor por encima de su ombligo. Cuando somos pequeños es fácil identificarnos los unos a los otros, ahí no hay tapaderas. En clase el que levanta la mano primero y grita con ansiedad “yo, yo, yo, yo lo sé”, con los años se esconde, sublima dicha ansiedad y acude al “profe” por detrás y ya no sólo para mostrar lo que sabe, sino para convencerle de que los demás son unos mediocres peligrosos.
Carlos, gracias. Gracias por trabajar siempre mirando hacia adelante. Tu humildad es una lección, tu triunfo un ejemplo a seguir.
Sastre ha sido un luchador toda su vida, un gregario, un escalador con mayúsculas. Un tipo, en definitiva, que se lo ha currado cada día. Y la prensa internacional... rendida ante sus pedaleos. Es cierto que muchos “curritos” se dejan la piel como él y jamás asomarán la nariz a un podio ni a nada parecido. Pero para eso están algunos “portavoces” como ejemplo de un grupo humilde de gente que merece la pena. Entiendo que la soberbia no es más que un síntoma de un complejo arraigado, de una necesidad compulsiva de mostrar al mundo su existencia. Y tan poco hay que culparlos de nada, seguramente nadie les hizo puto caso cuando uno requiere una mínima atención. O por el contrario, han sufrido el machaque de unos progenitores o tutores que los han lavado el cerebro a costa de: “tienes que ser el mejor o no serás nada”… Quién sabe.
Lo peor es la gente llana que va de buena por la vida (y/o las víctimas perennes), no les ves venir y son nada más que seres retorcidos. Y cuando están a la distancia que consideran de seguridad, zas te lanzan un dardo con más veneno concentrado que el de una viuda negra. Y cuando suben el escalafón te miran, ya no por debajo del hombro, peor por encima de su ombligo. Cuando somos pequeños es fácil identificarnos los unos a los otros, ahí no hay tapaderas. En clase el que levanta la mano primero y grita con ansiedad “yo, yo, yo, yo lo sé”, con los años se esconde, sublima dicha ansiedad y acude al “profe” por detrás y ya no sólo para mostrar lo que sabe, sino para convencerle de que los demás son unos mediocres peligrosos.
Carlos, gracias. Gracias por trabajar siempre mirando hacia adelante. Tu humildad es una lección, tu triunfo un ejemplo a seguir.
Comentarios