Ha pasado ya un día y unas horas desde la victoria de España en la Eurocopa… Y aún no paro de preguntarme qué hay dentro de nosotros para sentir ese subidón que explota después de que una bota mande una bola a las redes. Bueno, en mi caso, reconocida la vena futbolera, puedo decir que vale la pena disfrutar de un acontecimiento así sólo por el hecho de ver a tantas miles de personas de acuerdo en algo por un instante. Incluso los enemigos más enemistados, por un momento, se abrazan para celebrar un gol.
¿Que es una farsa, que es una fantasía, que no es real…? Seguramente, pero merece la pena disfrutarlo, creo yo. Y sin comerse mucho la cabeza. Es como las pelis de Albadalejo. Un maestro en reunir a personajes dispares (e incluso antagónicos) en una circunstancia cualquiera. ¿Os acordáis de La primera noche de nuestra vida o ¿El cielo abierto? Pues eso es lo que pasa ante un partido como el del domingo, ante los golpes de inteligencia de Nadal y todos los deportistas forrados que nos dan una alegría colectiva e insustancial… pero llena de adrenalina; susceptible de tapar (por un ratito) algunas de las frustraciones o miserias que rodean nuestra vida real.
Desde que el Atleti ganó en la final de la Copa del Rey al Real Madrid, con goles de Futre y Schuster; o desde el “doblete”, no disfrutaba tanto con semejante catarata de emociones. El primer ejemplo: lo confieso, vi el partido desde el fondo norte con el Frente Atlético. Estuvimos congregados en los aledaños del Bernabeu desde las 15h hasta que empezó el partido (21h). Tenía 20 años. Lo siguiente que recuerdo es que tras marcar Futre y caerme encima la avalancha ultra rojiblanca me sorprendí a mi mismo festejando el gol con un skinhead de dos metros (tatuado de swásticas hasta el cuello y otras joyitas). Seguramente a este sujeto le daba igual en ese momento que yo fuera ideológicamente opuesto a él; evidentemente a mí también. Todos éramos una piña de acuerdo en un mismo foco de felicidad.
Es una pena que no haya más motivos que acerquen posiciones tan antagónicas en más momentos. Mientras tanto... a disfrutar con lo efímero, que son dos días.
¿Que es una farsa, que es una fantasía, que no es real…? Seguramente, pero merece la pena disfrutarlo, creo yo. Y sin comerse mucho la cabeza. Es como las pelis de Albadalejo. Un maestro en reunir a personajes dispares (e incluso antagónicos) en una circunstancia cualquiera. ¿Os acordáis de La primera noche de nuestra vida o ¿El cielo abierto? Pues eso es lo que pasa ante un partido como el del domingo, ante los golpes de inteligencia de Nadal y todos los deportistas forrados que nos dan una alegría colectiva e insustancial… pero llena de adrenalina; susceptible de tapar (por un ratito) algunas de las frustraciones o miserias que rodean nuestra vida real.
Desde que el Atleti ganó en la final de la Copa del Rey al Real Madrid, con goles de Futre y Schuster; o desde el “doblete”, no disfrutaba tanto con semejante catarata de emociones. El primer ejemplo: lo confieso, vi el partido desde el fondo norte con el Frente Atlético. Estuvimos congregados en los aledaños del Bernabeu desde las 15h hasta que empezó el partido (21h). Tenía 20 años. Lo siguiente que recuerdo es que tras marcar Futre y caerme encima la avalancha ultra rojiblanca me sorprendí a mi mismo festejando el gol con un skinhead de dos metros (tatuado de swásticas hasta el cuello y otras joyitas). Seguramente a este sujeto le daba igual en ese momento que yo fuera ideológicamente opuesto a él; evidentemente a mí también. Todos éramos una piña de acuerdo en un mismo foco de felicidad.
Es una pena que no haya más motivos que acerquen posiciones tan antagónicas en más momentos. Mientras tanto... a disfrutar con lo efímero, que son dos días.
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