No hay cosa más absurda y delirante que entrar en una conversación con supuestos expertos en el tema del que se habla. Y ridículo porque el sabiondo de turno suele carecer de sentido del humor y corregir con firmeza las cosas más obvias dichas por los que no son expertos en la materia. Pongamos por ejemplo una conversación sobre pollos. Uno lleva consumiendo alitas, pechugas y muslos toda la vida, pero tiene que venir el sexador de pollos para hablarnos de la idoneidad de una estructura, de un origen, de la vida y obra del ave… sin que nadie se lo haya pedido.
A mí me gusta el pollo de siempre, es más, cuando puedo, lo compro de corral. ¡Toma ya! Adoro el vino (y entiendo algo) y desde muy pequeño he visto mucho cine (ruso, francés, independiente, dependiente, lento, comercial, porno, de series b, z… doméstico, sin sentido, mudo, estridente, absurdo, documental…). Lo mismo con la música, libros y con muchas más cosas buenas y esenciales de la vida… Pero creo que nunca he ido aplicando gratuitamente (salvo petición expresa) los pocos o muchos conocimientos que pueda tener de algo. No digo que no haya que hacerlo así por que sí. Que cada uno obre como le dé la real gana, pero que luego no extrañen los cortes desagradables o mofas que puedan surgir espontáneamente.
El otro día hablábamos cerca del metro, un grupeto sobre periódicos, prensa y el periodismo en general. Sin profundizar –como suele ocurrir en conversaciones rápidas de “aquí te pillo y aquí te mato”- íbamos tocando temas sin escucharnos los unos a los otros –como también suele ser habitual-. Se me ocurrió en un momento dado soltar una gracia muy muy tonta. Consistía en exagerar mi admiración por la noticia de un periódico por su originalidad, y que obviamente no lo era (muy obviamente); por el contrario, era una noticia podrida. Se refería a la típica información de advertencias y consejos veraniegos. Y no tardó el listillo/a de turno en corregirme: ¡pero si es la típica noticia de verano! Por dentro me partía de risa al constatar la necesidad de esa persona de corregirme… mi respuesta fue un contundente “no jodas”. Me debí hacer el tonto demasiado bien, porque este sujeto/tipa siguió erre que erre, confirmando lo tópico de la noticia que yo había destacado.
En fin: Comparto el “cebollón“ y espero identificaciones.
A mí me gusta el pollo de siempre, es más, cuando puedo, lo compro de corral. ¡Toma ya! Adoro el vino (y entiendo algo) y desde muy pequeño he visto mucho cine (ruso, francés, independiente, dependiente, lento, comercial, porno, de series b, z… doméstico, sin sentido, mudo, estridente, absurdo, documental…). Lo mismo con la música, libros y con muchas más cosas buenas y esenciales de la vida… Pero creo que nunca he ido aplicando gratuitamente (salvo petición expresa) los pocos o muchos conocimientos que pueda tener de algo. No digo que no haya que hacerlo así por que sí. Que cada uno obre como le dé la real gana, pero que luego no extrañen los cortes desagradables o mofas que puedan surgir espontáneamente.
El otro día hablábamos cerca del metro, un grupeto sobre periódicos, prensa y el periodismo en general. Sin profundizar –como suele ocurrir en conversaciones rápidas de “aquí te pillo y aquí te mato”- íbamos tocando temas sin escucharnos los unos a los otros –como también suele ser habitual-. Se me ocurrió en un momento dado soltar una gracia muy muy tonta. Consistía en exagerar mi admiración por la noticia de un periódico por su originalidad, y que obviamente no lo era (muy obviamente); por el contrario, era una noticia podrida. Se refería a la típica información de advertencias y consejos veraniegos. Y no tardó el listillo/a de turno en corregirme: ¡pero si es la típica noticia de verano! Por dentro me partía de risa al constatar la necesidad de esa persona de corregirme… mi respuesta fue un contundente “no jodas”. Me debí hacer el tonto demasiado bien, porque este sujeto/tipa siguió erre que erre, confirmando lo tópico de la noticia que yo había destacado.
En fin: Comparto el “cebollón“ y espero identificaciones.
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