María F. Cicatero compró un abono transportes y lo sembró en el jardín del vecino Parruelo McAnno. Con las primeras insinuaciones primaverales ha brotado en pleno centro del vergel urbano un arbotante con forma de sauce llorón... Es fuerte y robusto de nacimiento ,así como de raíz y parece capaz de sostener hasta la máxima expresión de la estupidez. Muy propia de Parruelo.
Como McAnno no se entera de nada, ni se ha fijado en el espectacular monumento que ha crecido intencionadamente en el exterior de su casa. Pero F. Cicatero lo admira cada mañana y piensa: ¡Pedazo cabrón! Tiene suerte hasta con mis despropósitos... ¡Está sembrao'! Vuelve al metro, su lugar, esa estancia subterránea en la que vierte y reparte disgustos y penas. Está triste, ¡es triste! pero desconoce la causa. Escribe y piensa, piensa y escribe... sus billetes de metro, los que no ha sembrado están llenos de letras e ideas... de historias que no cuentan nada, pero lo cuentan todo sobre ella.
Apunta todo sin orden, sólo plasma y abandona. Un día notó un pellizco en el culo y descubrió a uno de sus billetes caducos tratando de recordarle a la fuerza que su historia permanece inconclusa... Se enterneció con él, pero esa vena cruel que arrastra paralela a la tristeza, la llevó a romperlo por la mitad. Ahí quedó. Ese día terminó comprando su primer abono mensual... y algo de orden germinó en ella ese día, pero no cuajó.
Un anónimo me dice que mañana, María ha quedado con el arbotante. Tiene mucho que aclarar con ella. Se lo hizo saber a través de una paloma mensajera coja y confundida del ala que robó a McAnno. Por lo visto, hay un tema de rupturas crueles y encarnaciones estructurales de por medio. Una historia ha de concluír y el metro sigue su curso.
Salud!
Como McAnno no se entera de nada, ni se ha fijado en el espectacular monumento que ha crecido intencionadamente en el exterior de su casa. Pero F. Cicatero lo admira cada mañana y piensa: ¡Pedazo cabrón! Tiene suerte hasta con mis despropósitos... ¡Está sembrao'! Vuelve al metro, su lugar, esa estancia subterránea en la que vierte y reparte disgustos y penas. Está triste, ¡es triste! pero desconoce la causa. Escribe y piensa, piensa y escribe... sus billetes de metro, los que no ha sembrado están llenos de letras e ideas... de historias que no cuentan nada, pero lo cuentan todo sobre ella.
Apunta todo sin orden, sólo plasma y abandona. Un día notó un pellizco en el culo y descubrió a uno de sus billetes caducos tratando de recordarle a la fuerza que su historia permanece inconclusa... Se enterneció con él, pero esa vena cruel que arrastra paralela a la tristeza, la llevó a romperlo por la mitad. Ahí quedó. Ese día terminó comprando su primer abono mensual... y algo de orden germinó en ella ese día, pero no cuajó.
Un anónimo me dice que mañana, María ha quedado con el arbotante. Tiene mucho que aclarar con ella. Se lo hizo saber a través de una paloma mensajera coja y confundida del ala que robó a McAnno. Por lo visto, hay un tema de rupturas crueles y encarnaciones estructurales de por medio. Una historia ha de concluír y el metro sigue su curso.
Salud!
Comentarios
La anónima risueña.
Firmado: Elgeveinte