Ir al contenido principal

ENTRA EN EL SÚPER, SAL DEL MENAJE*

Lo siento, pero necesito volver al súper. No es por profundizar en un trauma que seguramente lleve a mis espaldas, sino porque en el post de ayer se me escapó una cosa, una teoría. Se me ocurrió en mitad de la locura, entre alimentos y menajes... y escabeches de interior. Es muy posible que los sabios del marketing ya la conozcan, pero por si acaso quiero compartirla.

Como comentaba ayer, durante un rato me quedé aparado en una esquina (buscaba los estantes menos demandados por los consumidores) para no obstaculizar el tráfico salvaje de carritos de la compra. Pero observé que a los pocos segundos de quedarme fijo en una estantería, empezaban a rodearme sujetos de su padre y de su madre, buscando los productos había tras de mí. Primero me coloqué delante de galletas al peso, porque vi que nadie se paraba ahí... Arrasaron con todas. Después pasé a la sección de ñoquis de cemento (ya me diréis cuál es su atractivo gastronómico), pues se repitió la conducta. Seres humanos con cara de zombis me rodeaban para hacerse con ellos.

No lo digo a la ligera, porque no es la primera vez que ocurre. Es más, un día coloqué a mi amigo Serrano Tresillo Biendao, tan anodino y transparente como yo, y sucedió lo mismo. Moraleja: Pon a un tipo con cara de pardillo, medio abrumado por la marea humana del súper, delante de tu artículo de turno y tendrás tiburones dispuestos a zampárselo sin problema.

----

*Título basado en esa obra maestra llamada Sal Gorda (Fernando Trueba, 1982). En concreto en el LP de Natalio Erre Punto Petrof, compuesto por Palmira, su musa y... novia 'negra'. Éste es el tema (Nacho Cano).

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Ahora entiendo por qué mi lista de la compra nunca coincide con lo que al final me llevo.

Saludos de una víctima del marketing intentando digerir (sin mucho éxito)ñoquis de cemento.

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Las palabras se las lleva Twitter

Apenas estaba digiriendo una información -con alta carga de valor- cuando un tuit la bajó de golpe muro abajo. Intenté seguirla, pero no paraba de caer al foso; y durante el imparable descenso iba olvidando el cuerpo de la noticia que me había llamado la atención. Finalmente renuncié y volví a lo más alto del muro de nuevo, con la esperanza de leer algo interesante, entonces un hilo que sostenía al texto en extinción entró en escena. Intenté seguirlo pero poco duró su vigencia. Una vez más la gravedad de las redes sociales impuso su fuerza.  El volumen de la ansiedad de la masa social por publicar, por ser viral, por conseguir apoyo de followers, ¡por ser!, por estar, por pintar, pesa y ocupa tanto que la palabra apenas puede sostenerse. De hecho acabo de perder el hilo que me trajo hasta este texto. ¿Habré incorporado la misma gravedad y procesado de ideas? Es posible, porque ya se me está haciendo largo y empiezo a sentir ansiedad por publicarlo y que funcione por sí solo. Pesa

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...