Lo siento, pero necesito volver al súper. No es por profundizar en un trauma que seguramente lleve a mis espaldas, sino porque en el post de ayer se me escapó una cosa, una teoría. Se me ocurrió en mitad de la locura, entre alimentos y menajes... y escabeches de interior. Es muy posible que los sabios del marketing ya la conozcan, pero por si acaso quiero compartirla.
Como comentaba ayer, durante un rato me quedé aparado en una esquina (buscaba los estantes menos demandados por los consumidores) para no obstaculizar el tráfico salvaje de carritos de la compra. Pero observé que a los pocos segundos de quedarme fijo en una estantería, empezaban a rodearme sujetos de su padre y de su madre, buscando los productos había tras de mí. Primero me coloqué delante de galletas al peso, porque vi que nadie se paraba ahí... Arrasaron con todas. Después pasé a la sección de ñoquis de cemento (ya me diréis cuál es su atractivo gastronómico), pues se repitió la conducta. Seres humanos con cara de zombis me rodeaban para hacerse con ellos.
No lo digo a la ligera, porque no es la primera vez que ocurre. Es más, un día coloqué a mi amigo Serrano Tresillo Biendao, tan anodino y transparente como yo, y sucedió lo mismo. Moraleja: Pon a un tipo con cara de pardillo, medio abrumado por la marea humana del súper, delante de tu artículo de turno y tendrás tiburones dispuestos a zampárselo sin problema.
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*Título basado en esa obra maestra llamada Sal Gorda (Fernando Trueba, 1982). En concreto en el LP de Natalio Erre Punto Petrof, compuesto por Palmira, su musa y... novia 'negra'. Éste es el tema (Nacho Cano).
Comentarios
Saludos de una víctima del marketing intentando digerir (sin mucho éxito)ñoquis de cemento.