Se le cayó un nombre del bolsillo y Martín fue corriendo a por él... que pronto comprobó que era ella: Raquel De Motu Propio. Un nombre sin forma y sin saber qué hacer con su existencia. Martín la guardó con cuidado, mientras veía a su portador perderse entre la muchedumbre de Plaza de España (esa que habita en tantas ciudades y pueblos). Martín está sin sentido, por otra parte, en una FASE con la que no se identifica, porque dice -por dentro- que el ERE al que le han sometido encaja forzosamente, con lo cual está en una 'fRase' que no le corresponde.
Pero acaba de encontrarse con un nombre perdido, tanto como él. Raquel De Motu Propio se sienta con Martín a tomar café en su buhardilla del 2 de Mayo. Entra el sol de tarde. Ella sólo es un nombre sin ser y él un ser que necesita encontrar un nombre con el que identificarse. Ella, imagina él, quiere el café corto y él no se corta con la dosis. Ella toma forma cuando Martín remueve el fondo de la taza sin asa. Él la nombra y se presenta con su apellido oculto. Hola, mi nombre es Martín Razonable Pausa.
De Motu Propio sonríe por primera vez en su vida. Él se ríe de sí mismo. Hola, me llamo Raquel, mi apellido ya lo conoces. Brindan y piensan. Cuando terminan, deciden hacer una lista con las cosas que más detestan de su entorno. Ella se estrena, porque nunca ha hecho nada parecido, pero consigue recordar a su antiguo portador, Baluarte Frenillo, un tiránico escritor obsesionado con el asiento aterciopelado (de bolitas de madera perfumadas) se su Jaguar. Se desahoga con Martín. Martín despotrica contra los socios de la empresa en la que llevaba trabajando 20 años sin tregua... y con la que un día llegó a identificarse (con alienación ajustada a IRPF). Los mismos que le han llevado a una fRase equivocada. Ella le anima, él hace lo propio.
Baluarte Frenillo pone punto y final a su historia, añade bajo ellos un FIN claro. Después, arranca el tresillo, se tira por la ventaba y cae sobre su Jaguar (al que llamaba Zafio Labrador). Cuando su editor (sin nombre) halla el libro postmortem (titulado Sin saltos no hay paraíso) se encuentra con lo que considera la última genialidad de Baluarte: la primera novela sin personajes. Raquel y Martín escaparon gracias a un fallo/hueco de “Vista” tan propio del portátil de Baluarte. Ahora están jugando al futbolín en los recreativos del Barrio Tosco... mientras ponen nombre y apellidos a todo lo que les va pasando por delante.
Salud!
Pero acaba de encontrarse con un nombre perdido, tanto como él. Raquel De Motu Propio se sienta con Martín a tomar café en su buhardilla del 2 de Mayo. Entra el sol de tarde. Ella sólo es un nombre sin ser y él un ser que necesita encontrar un nombre con el que identificarse. Ella, imagina él, quiere el café corto y él no se corta con la dosis. Ella toma forma cuando Martín remueve el fondo de la taza sin asa. Él la nombra y se presenta con su apellido oculto. Hola, mi nombre es Martín Razonable Pausa.
De Motu Propio sonríe por primera vez en su vida. Él se ríe de sí mismo. Hola, me llamo Raquel, mi apellido ya lo conoces. Brindan y piensan. Cuando terminan, deciden hacer una lista con las cosas que más detestan de su entorno. Ella se estrena, porque nunca ha hecho nada parecido, pero consigue recordar a su antiguo portador, Baluarte Frenillo, un tiránico escritor obsesionado con el asiento aterciopelado (de bolitas de madera perfumadas) se su Jaguar. Se desahoga con Martín. Martín despotrica contra los socios de la empresa en la que llevaba trabajando 20 años sin tregua... y con la que un día llegó a identificarse (con alienación ajustada a IRPF). Los mismos que le han llevado a una fRase equivocada. Ella le anima, él hace lo propio.
Baluarte Frenillo pone punto y final a su historia, añade bajo ellos un FIN claro. Después, arranca el tresillo, se tira por la ventaba y cae sobre su Jaguar (al que llamaba Zafio Labrador). Cuando su editor (sin nombre) halla el libro postmortem (titulado Sin saltos no hay paraíso) se encuentra con lo que considera la última genialidad de Baluarte: la primera novela sin personajes. Raquel y Martín escaparon gracias a un fallo/hueco de “Vista” tan propio del portátil de Baluarte. Ahora están jugando al futbolín en los recreativos del Barrio Tosco... mientras ponen nombre y apellidos a todo lo que les va pasando por delante.
Salud!
Comentarios
isa
¡Qué maravilla de post! Enhorabuena.
Eva