Ir al contenido principal

AYER IRRUTIA, EN ÓRBITA INDIGESTA

Su intención no era enemistarse con nadie, pero terminó con la amistad de todos y al subirse al autobús se bajó de su comunidad para siempre. Ayer Irrutia había conseguido lo más difícil en una semana: comerse el mundo. Sin ninguna reflexión previa, no pensó en las consecuencias que acarrearía semejante proeza. Era su sueño desde muy jovencita y lo logró.

Daba por sentado que mantendría de pie, e intactas, sus amistades; claro, se equivocó. Uno a uno pasaron de la comprensión temporal y lógica por el éxito a pronunciar el: ¡Ahí te quedas! Y Ayer, que nunca había conocido, al menos conscientemente, su propia soberbia... provocó la ruptura con todo su entorno; y es obvio, pero lo añado: también consigo misma.

Ahora, después de haberse comido el mundo, como siempre quiso hacer, se pasa todo el día en la Luna. Hasta ahí le llevó el autobús que cogió para huír de la enemistad, en lugar -sencilla o complicadamente- de discutir. Que baje o no de nuevo al mantillo terrestre es cuestión de hacer una correcta digestión. Pero me he leído que en la órbita lunar no hay fibra que elimine los atascos irracionales.

Salud!

Comentarios

Miguel Ángel Pegarz ha dicho que…
Y si finalmente no tiene una buena digestión.. morirá de éxito.
Juana ha dicho que…
Si es que el mundo es muy grande e indigesto, y los "pedestales lunares" son frios y aislados ¡Uf! da un "noseque" solo de pensarlo.

Creo que necesita un laxante.
Anónimo ha dicho que…
y a qué le supo el mundo?, imagino un sabor agridulce y en algunos casos indeseable, un sabor variable...indigesto
Anónimo ha dicho que…
Dani, esta entrada tiene muchos niveles y da para mucho comentar.

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...

En tela de juicio bajo tierra

Me echan monedas... ¡hasta billetes de 10 y 50€! Voy arreglado, sólo estoy algo mareado y sentado en el suelo del metro por no poder sostenerme en pie. Soy abogado , pero no puedo pararles y decirles que no necesito su dinero. No me sale la voz. Estoy preso  en este pasillo... Bloqueado, encerrado y cubierto por aquella tela de juicio que usaba mi padre para tejer el amor hacia mi madre, la gran fiscal en estado permanente (somos 15 hermanos). La superficie de mi maletín tumbado se ha deprimido por la gravedad del dinero... Y no para de hundirse. Yo, mientras tanto, sigo sin saber qué razón inmaterial me impide levantar la cabeza y erguirme como Dios siempre me indicó. Empiezo a detestar el sonido del dinero, la caridad... No puedo defenderme de este ataque absurdo. No sé si me miran mientras tiran su circulante. ¡Nos sabéis lo que llevo en el maletín, desgraciados, no lo sabéis! ¡Con estos papeles sabríais lo fácil que me resultaría hundir vuestros culos en la miseria. Por fin co