Dado Tacón bajó a sacar dinero al cajero automático de "la esquina" (¿qué banco no te reclama desde una esquina?). Introdujo la tarjeta y marcó su clave... Hasta aquí todo normal. Después tecleó la cantidad (60 euros) que quería llevarse. Y aquí empezó todo. La pantalla se convirtió en un escritorio de ordenador. Concretamente en el de Dado. Personalizado con sus favoritos, sus carpetas y sus cosas. De pronto en el centro de la pantalla surgió un cartel flotante que preguntaba: "¿Iniciar sesión?". Con los 60 euros sin aparecer y su escritorio en el cajero de su banco, Dado estaba mosqueado.
Se quedó pensativo un rato con la mirada fija en la pantalla. A los pocos minutos se le acercó una chica con chándal y aros dorados en las orejas que le preguntó si estaba bien. Dado señaló sin apartar la mirada de la pantaña al cartel flotante. ¿Qué pasó? Pues que ahí se quedó ella boquiabierta y sin pestañear en la misma dirección que Dado.
Luego se sumó otra chica, después un señor con sombrero de ala ancha, y un poco más tarde tres señoras que parecía Los ángeles de Charlie, pero con 30 años más y un bastón en medio. Y así fueron apuntándose más y más personajes. Todos pendientes no ya del cajero, sino de la reacción de Dado. Éste sin presión tomó una decisión: Iniciaré sesión, dijo con voz firme y alzada. ¡¡Vamos!! Gritó el público a la vez, como si Rafa Nadal hubiera logrado uno de sus geniales puntos.
¡Pundonor! Dijo Dado mientras apretaba el sí. Y al instante se apagaron las luces. Dado se frotó los ojos, y cuando recuperó la vista se encontró en el mismo sitio, pero sin nadie alrededor. Oía voces a bajo volumen, suplicaban redención. Entonces descubrió que todos esos personajes se habían convertido en opciones del sistema. Por ejemplo: "sacar dinero" (la primera chica), "¿desea realizar otra operación?" (el señor de sombrero y ala ancha), "últimos movimientos" (las maduras ángeles de Charlie)... Han sido los 60 euros propios más difíciles de sacar, me dice en un e-mail.
Se quedó pensativo un rato con la mirada fija en la pantalla. A los pocos minutos se le acercó una chica con chándal y aros dorados en las orejas que le preguntó si estaba bien. Dado señaló sin apartar la mirada de la pantaña al cartel flotante. ¿Qué pasó? Pues que ahí se quedó ella boquiabierta y sin pestañear en la misma dirección que Dado.
Luego se sumó otra chica, después un señor con sombrero de ala ancha, y un poco más tarde tres señoras que parecía Los ángeles de Charlie, pero con 30 años más y un bastón en medio. Y así fueron apuntándose más y más personajes. Todos pendientes no ya del cajero, sino de la reacción de Dado. Éste sin presión tomó una decisión: Iniciaré sesión, dijo con voz firme y alzada. ¡¡Vamos!! Gritó el público a la vez, como si Rafa Nadal hubiera logrado uno de sus geniales puntos.
¡Pundonor! Dijo Dado mientras apretaba el sí. Y al instante se apagaron las luces. Dado se frotó los ojos, y cuando recuperó la vista se encontró en el mismo sitio, pero sin nadie alrededor. Oía voces a bajo volumen, suplicaban redención. Entonces descubrió que todos esos personajes se habían convertido en opciones del sistema. Por ejemplo: "sacar dinero" (la primera chica), "¿desea realizar otra operación?" (el señor de sombrero y ala ancha), "últimos movimientos" (las maduras ángeles de Charlie)... Han sido los 60 euros propios más difíciles de sacar, me dice en un e-mail.
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*La foto pertenece a la entrada Pintadas Callejeras del blog Mi Azul de Mar.
Comentarios
M
Este es uno de esos post que lees rápido, sonríes y crees que ya. Hasta que vas a sacar dinero y se te aparecen de pronto 3 ancianas karatekas bastón en mano y sueltas una carcajada. Me pasó lo mismo con una cebolla y durante meses las miré de reojo.
Genial. Siempre encontrando el otro lado de las cosas.
Genial Daniel, buenísimo
Eva