Lo deseaba tanto que se cumplió el sueño. Cuando hice la foto (me acordé del caso de nuestra amiga Desnuda, abandonada... sin madera, aunque el móvil de la conversión era bien diferente). Son la familia Blasa y dos Conitos y tenían un fin único: ser la familia perfecta. Y para lograrlo, sentenciaba Esteban Blasa y dos Conitos, sólo podemos conseguirlo estructurando una brillante apariencia. La perfección interna vendrá sola, impulsada por el estímulo externo.
Esposa e hijo seguían al líder de la manada sin dudas en su cruzada. Nunca se separaban del núcleo familiar, por lo tanto, se eliminaban los riesgos de contaminación de imperfecciones. Ella, regentaba una empresa familiar de pilas y embutidos, y no salía de su despacho salvo en caso estrictamente necesario... se daban muy pocos casos; el hijo estudiaba 1º de Primaria en un colegio privado y exclusivo para casos particulares. Y en este caso particular, jugaba con sus compañeros lo estrictamente necesario... sus compañeros no jugaban, aprendían Bolsa.
Esteban se dedicaba a la compraventa (exportación e importación) de palabras mayores y fisuras domésticas. Gobernaba su propia oligarquía. Y sacaba a pasear (como suena) a su familia al final de una jornada laboral de 12 horas. Saludaban a los vecinos y eran los primeros en llegar a misa y llenar el cepillo. El padre Rasca miraba al cielo agradecido cada vez que cruzaban la puerta. Tanto como los mendigos que hacían su agosto gracias a las limosnas de los Blasa y dos Conitos.
Pero hace dos días pasaron delante del escaparate de Camisas y atuendos Mengele SL y estaba vacío. Esteban entró a hablar con Pepe Mengele, el dueño y señor del establecimiento. Le dijo que cerraba por la crisis, ¡Ya no hay familias perfectas! Esteban se removió por dentro y le dijo que de eso nada. Míranos, Pepe... ¿Qué somos? Pepe sonrió, les invitó a pasar a la trastienda, les habló de un proyecto de futuro que tenía en Brasil. Se tomaron un té muy especial, dijo... Y el final lo tenéis en la foto.
Esposa e hijo seguían al líder de la manada sin dudas en su cruzada. Nunca se separaban del núcleo familiar, por lo tanto, se eliminaban los riesgos de contaminación de imperfecciones. Ella, regentaba una empresa familiar de pilas y embutidos, y no salía de su despacho salvo en caso estrictamente necesario... se daban muy pocos casos; el hijo estudiaba 1º de Primaria en un colegio privado y exclusivo para casos particulares. Y en este caso particular, jugaba con sus compañeros lo estrictamente necesario... sus compañeros no jugaban, aprendían Bolsa.
Esteban se dedicaba a la compraventa (exportación e importación) de palabras mayores y fisuras domésticas. Gobernaba su propia oligarquía. Y sacaba a pasear (como suena) a su familia al final de una jornada laboral de 12 horas. Saludaban a los vecinos y eran los primeros en llegar a misa y llenar el cepillo. El padre Rasca miraba al cielo agradecido cada vez que cruzaban la puerta. Tanto como los mendigos que hacían su agosto gracias a las limosnas de los Blasa y dos Conitos.
Pero hace dos días pasaron delante del escaparate de Camisas y atuendos Mengele SL y estaba vacío. Esteban entró a hablar con Pepe Mengele, el dueño y señor del establecimiento. Le dijo que cerraba por la crisis, ¡Ya no hay familias perfectas! Esteban se removió por dentro y le dijo que de eso nada. Míranos, Pepe... ¿Qué somos? Pepe sonrió, les invitó a pasar a la trastienda, les habló de un proyecto de futuro que tenía en Brasil. Se tomaron un té muy especial, dijo... Y el final lo tenéis en la foto.
Comentarios
Isa, el Padre Rasca es un tipo que tiene una historia curiosa que ya desvelaré. Da para hacer inventario acústico.