Se los encontró en un oscuro callejón contiguo a un after, todavía cerrado. Tres tipos ataviados con gorros (procedentes de algún cotillón y matasuegras de inagotable soniquete) pero con diferente estilo de vestir de cuello para abajo. Uno llevaba un traje caro y a medida, adornado con gemelos rojigualdos y un pañuelo de seda; otro, iba en chándal y un hacha envuelta en una serpiente tatuada en cuello; y el de la derecha no hacía más que invitarles a esnifarse el momento de felicidad.
No venían de ver un partido de fútbol, sino de jugar una porra. La porra de Garzón. Y los tres la ganaron. Podía ser una versión decadente de los Reyes Magos. Pero no, era la estampa de un camello emergente, un corruptor de corruptos latentes y un etarra gangoso que había tocado techo en su comando.
Se lo han cargao, se lo han cargao, se lo han cargao... y nosotros nos quedamos con el carrito del helao... Era el himno de la noche de fiesta.
El camello: Con la pasta que vamos a ganar voy a poner un taller de mecánica especializado en... suspensiones Garzón.
El del traje: Jajaja Yo seguiré haciendo fiestas de partido, y abriré un sindicato que se llame Comisiones y Obleas... ¿Y tú qué vas a hacer, etarrilla?
El etarra gangoso: Pues si tú pones obleas, yo pongo las hostias. Que más de uno las necesita en mi país para encauzar la lucha contra los fascistas.
El del traje: Como yo, jajaja. Si es que al final, amigos, todo es cuestión de equilibrio.
Lalalalalala... Se lo han cargao, se lo han cargao, se lo han cargao... y nosotros nos quedamos con el carrito del helao.
Me manda esta escena Sergio Cruzada. Me cuenta que todo terminó en el after, con ellos tres bailando sobre los bafles de aquella disco llamada HombresCri; Crimen, para los guiris. Y añade: Mañana hago las maletas y me voy a Macondo, allí al menos el realismo es mágico. Aquí, la realidad me resulta demasiado trágica.
No venían de ver un partido de fútbol, sino de jugar una porra. La porra de Garzón. Y los tres la ganaron. Podía ser una versión decadente de los Reyes Magos. Pero no, era la estampa de un camello emergente, un corruptor de corruptos latentes y un etarra gangoso que había tocado techo en su comando.
Se lo han cargao, se lo han cargao, se lo han cargao... y nosotros nos quedamos con el carrito del helao... Era el himno de la noche de fiesta.
El camello: Con la pasta que vamos a ganar voy a poner un taller de mecánica especializado en... suspensiones Garzón.
El del traje: Jajaja Yo seguiré haciendo fiestas de partido, y abriré un sindicato que se llame Comisiones y Obleas... ¿Y tú qué vas a hacer, etarrilla?
El etarra gangoso: Pues si tú pones obleas, yo pongo las hostias. Que más de uno las necesita en mi país para encauzar la lucha contra los fascistas.
El del traje: Como yo, jajaja. Si es que al final, amigos, todo es cuestión de equilibrio.
Lalalalalala... Se lo han cargao, se lo han cargao, se lo han cargao... y nosotros nos quedamos con el carrito del helao.
Me manda esta escena Sergio Cruzada. Me cuenta que todo terminó en el after, con ellos tres bailando sobre los bafles de aquella disco llamada HombresCri; Crimen, para los guiris. Y añade: Mañana hago las maletas y me voy a Macondo, allí al menos el realismo es mágico. Aquí, la realidad me resulta demasiado trágica.
Comentarios
(Y mi carcajada de hoy es para... “Comisiones y Obleas”!)
Mi admiración.