Recibe dos collejas, una bofetada, le han despedido del trabajo sin motivo aparente, su ordenador lleva todo el día colgado, su novia le ha dejado por nadie (quiere estar sola), su mejor amigo se ha operado del pecho, su vista se nubla, el pan de molde tenía moho, su médico no le recibe, Chanquete ha muerto, se ha dejado las llaves dentro de casa y sólo tiene un juego, sufre un apretón...
...El periódico está en blanco a partir de la segunda página y no se lo cambian en el kiosoko, dicen que estaba bien cuando lo compró y que si no le gusta que reclame; el peluquero no le da cita; su tío Jovellanos no quiere ni verle; sus amigos no le cogen el teléfono; Manuela Bernarda, la gestora de momentos desesperados está ocupada; la bolera está cerrada; las manos le pesan; no hay nadie en la farmacia...
...En el barrio ni le miran ni le contestan; está solo; ha empezado a sufrir temblores; los pies le pesan y el apretón ha vuelto a llamar a las puertas; los servicios públicos están cerrados para él, lo dicen los carteles y los candados que reaccionan automáticamente a su paso; en los bares ya no le permiten pasar, ni siquiera consumiendo; no hay un parque público cerca.
Decide dar un paso en firme. Probablemente el único que le queda. Entra en casa de la portera, su última Esperanza. Ya no puede más. La puerta del baño está cerrada. Se lo hace encima. Pero no es su mierda lo que le impregna, sino un cúmulo de excusas recurrentes que llenan los 50 metros cuadrados de Esperanza, la portera. Ahora caigo, exclama. Sonríe y decide -ya exonerado el vientre- echar el resto, pero ya sin excusas.
...El periódico está en blanco a partir de la segunda página y no se lo cambian en el kiosoko, dicen que estaba bien cuando lo compró y que si no le gusta que reclame; el peluquero no le da cita; su tío Jovellanos no quiere ni verle; sus amigos no le cogen el teléfono; Manuela Bernarda, la gestora de momentos desesperados está ocupada; la bolera está cerrada; las manos le pesan; no hay nadie en la farmacia...
...En el barrio ni le miran ni le contestan; está solo; ha empezado a sufrir temblores; los pies le pesan y el apretón ha vuelto a llamar a las puertas; los servicios públicos están cerrados para él, lo dicen los carteles y los candados que reaccionan automáticamente a su paso; en los bares ya no le permiten pasar, ni siquiera consumiendo; no hay un parque público cerca.
Decide dar un paso en firme. Probablemente el único que le queda. Entra en casa de la portera, su última Esperanza. Ya no puede más. La puerta del baño está cerrada. Se lo hace encima. Pero no es su mierda lo que le impregna, sino un cúmulo de excusas recurrentes que llenan los 50 metros cuadrados de Esperanza, la portera. Ahora caigo, exclama. Sonríe y decide -ya exonerado el vientre- echar el resto, pero ya sin excusas.
Comentarios
;)
Buenísimo
Eva
Qué bueno!!!!