Viene del post anterior
...Pero se resiste. No es cuestión del clásico "no me acepto a mí mismo". Esto va más allá. Natalio Marco (se me pasó decir su nombre ayer) no quiere ser una idea. O sí, pero al menos poder compatibilizarse con algo práctico. Por ejemplo, ser idea de día y periodista de noche. El gran problema es cómo conseguir comunicarse con el escritor que no sabe que lo es.
Todo cambia cuando extrae una pista del baúl de los "me acuerdos": Natalio había oído que un guerrero de Terracota decidió cambiar de profesión. Se arrancó de su papel y saltó al capítulo dos de un cuento nunca escrito. Porque todo era una idea sublime en la mente de una joven escritora húngara del siglo XIX; una idea surgida en mitad de un sueño. Pero el guerrero era tan persistente que llegó hasta ella. Y de la vigilia pasó a idea consciente... y de ahí al papel. Ella le regaló una vida.
En otra parte del mundo, en plena noche, un escritor que no sabe que lo es sueña que se despierta en mitad de un sueño. Se pone a pensar y saca una idea escondida entre la pared y el radiador (ya sin actividad) Art Decó. Se duerme por fin y piensa que sueña; eructa y Natalio recibe un shock. Finalmente se produce la concatenación de ideas con tejido humano, entonces escritor e idea resultan ser uno mismo, pequeño y algo inexperto en cuestión de libertad.
Natalio se sienta ante la máquina y sencillamente sigue escribiendo. Abre la fruta de Aragón que le esperaba en la mesilla junto al flexo y extrae otro concepto impreso en un papelillo chino de cebolla: lo difícil no es empezar, ni terminar, lo realmente complejo es seguir.
...Pero se resiste. No es cuestión del clásico "no me acepto a mí mismo". Esto va más allá. Natalio Marco (se me pasó decir su nombre ayer) no quiere ser una idea. O sí, pero al menos poder compatibilizarse con algo práctico. Por ejemplo, ser idea de día y periodista de noche. El gran problema es cómo conseguir comunicarse con el escritor que no sabe que lo es.
Todo cambia cuando extrae una pista del baúl de los "me acuerdos": Natalio había oído que un guerrero de Terracota decidió cambiar de profesión. Se arrancó de su papel y saltó al capítulo dos de un cuento nunca escrito. Porque todo era una idea sublime en la mente de una joven escritora húngara del siglo XIX; una idea surgida en mitad de un sueño. Pero el guerrero era tan persistente que llegó hasta ella. Y de la vigilia pasó a idea consciente... y de ahí al papel. Ella le regaló una vida.
En otra parte del mundo, en plena noche, un escritor que no sabe que lo es sueña que se despierta en mitad de un sueño. Se pone a pensar y saca una idea escondida entre la pared y el radiador (ya sin actividad) Art Decó. Se duerme por fin y piensa que sueña; eructa y Natalio recibe un shock. Finalmente se produce la concatenación de ideas con tejido humano, entonces escritor e idea resultan ser uno mismo, pequeño y algo inexperto en cuestión de libertad.
Natalio se sienta ante la máquina y sencillamente sigue escribiendo. Abre la fruta de Aragón que le esperaba en la mesilla junto al flexo y extrae otro concepto impreso en un papelillo chino de cebolla: lo difícil no es empezar, ni terminar, lo realmente complejo es seguir.
Comentarios
¡¡Quiero más “despistes”!!
Me estoy acordando de las telas de araña, todo conectado con todo más allá del tiempo del espacio y la materia, y todo impreso en esos papelillos de cebolla que van tirando desde los dragones chinos (marionetas extrañas donde las haya) .... creo que me suena ¿o lo he soñado? .... ¿o lo vivi una vez? .... me cuesta seguirme.