Ir al contenido principal

CRÓNICA DE UN ZAPATO ESCARPADO

La vista era inigualable. Un acantilado de esos en los que el viento te abofetea la cara... pero con cariño; una porción de sol que acaba con el pesimismo de cuajo; agua transparente por un lado y azul opaco por otro; y un océano que te lleva a los extremos de ti mismo.

¿El lugar? Lo siento, el egoísmo me impide hacerlo público. Da igual, cada uno tiene / alquila su particular paraíso. Y en el contraplano... el objeto de la foto.

Un viejo zapato aplastado por no sé qué, que toma el sol y se deja morir lentamente entre los matojos. Sólo uno. Respecto al otro par, no alcanzo a imaginar dónde termina o empieza su película. ¿Y el dueño? ¿Se tiró al vacío a la pata coja y a medio calzar/descalzar? ¿Qué crónica se oculta entre suela desgastada y piel negra?

Nunca he perdido un zapato. Nunca he intentado tirarme al vacío. Ni siquiera sé si hay crónica interesante detrás de esos cordones que no atan. Es posible que el responsable sea algún excursionista que desafió al suelo firme; o un pescador tuerto sin ánimo de lucro...

Sin embargo, no deja de parecerme curioso que Acantilado signifique una "Escarpa casi vertical en un terreno" y Escarpín un "Zapato de una sola suela y de una sola costura". ¡Qué cosas!

Comentarios

isa ha dicho que…
Yo sí creo que hay crónica interesante bajo o sobre ese zapato arrugado.

Y también encuentro, ya no crónica sino mucha literatura (o crónica-literaria) en esa muerte bajo el sol y esos cordones que no atan.
Juana ha dicho que…
Es que es una rara sensación, cada vez que encuentro algo totalmente "fuera de su sitio" me acuerdo de ti ....
Dani Seseña ha dicho que…
Isa, como siempre, gracias. Pero gracias, no sólo por lo que me toca, sino por darme la pista a la hora de seguir el rastro de un zapato anónimo. El hallazgo fue tan surrealista como la ternura que puede llegar a sugerir esta prenda.

Juana, ¡Vaya frase! Me dejas... fuera de sitio. Y mira que intento estacionar en mi propia plaza, pero es que no hay manera; en ella siempre hay algo que me lleva a darme una vuelta más antes de aparcar, y en esa vuelta, al final, termino girando un poco más la tuerca. En fin.

Gracias!
La Zapateta ha dicho que…
Como Zapateta podría hablar mucho del tema de los zapatos fuera de lugar, pero lo haré en otro momento porque ahora se me han perdido las gafas y no encuentro la salida a este comentario.
Besos

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...

En tela de juicio bajo tierra

Me echan monedas... ¡hasta billetes de 10 y 50€! Voy arreglado, sólo estoy algo mareado y sentado en el suelo del metro por no poder sostenerme en pie. Soy abogado , pero no puedo pararles y decirles que no necesito su dinero. No me sale la voz. Estoy preso  en este pasillo... Bloqueado, encerrado y cubierto por aquella tela de juicio que usaba mi padre para tejer el amor hacia mi madre, la gran fiscal en estado permanente (somos 15 hermanos). La superficie de mi maletín tumbado se ha deprimido por la gravedad del dinero... Y no para de hundirse. Yo, mientras tanto, sigo sin saber qué razón inmaterial me impide levantar la cabeza y erguirme como Dios siempre me indicó. Empiezo a detestar el sonido del dinero, la caridad... No puedo defenderme de este ataque absurdo. No sé si me miran mientras tiran su circulante. ¡Nos sabéis lo que llevo en el maletín, desgraciados, no lo sabéis! ¡Con estos papeles sabríais lo fácil que me resultaría hundir vuestros culos en la miseria. Por fin co