La de Serena y Raimundo no es una historia cualquiera. Es normal/frecuente/habitual no interesarte por la película que hay detrás de la gente individual o de las parejas que van por la calle. Pero me cuenta un anónimo, con datos, que Serena y Raimundo no se conocieron en un bar, ni en una biblioteca... ni mucho menos en el estanque dorado bajo las gradas del gran circo mundial.
Sí, se conocieron por internet. Lo cachondo/peculiar/interesante (o no) está en el cómo. Raimundo en su afán por empatizar (en general), por entender qué se siente siendo una tía guapa, escogió una foto al azar (que se pareciera a Charlize Theron) y se abrió con ella de bandera un perfil en Facebook. Su nueva identidad: Matilda Russ. Se sintió bien y mal con la experiencia, pero eso da igual... es otra historia.
Una semana después, por casualidad recibió un mensaje de una chica que decía ser la dueña de la imagen que Raimundo le había robado. Sí, era Serena. Le pedía explicaciones y por supuesto la inmediata clausura del falso perfil. Raimundo obedeció al instante. Ella, ante la rapidez y aquel email lleno de explicaciones, decidió no denunciarle.
En un segundo email él se desnudó algo más. Ella bajó el listón de guardia. Y así progresivamente. Un año y cientos de correos después quedaron. La casualidad quiso que fueran vecinos del mismo barrio. Ella es escritora frustrada y podóloga, y él (de abuelo sereno y padre variado) es escritor sin serlo (que no sincero) y veterinario -especializado en aves palmípedas- de profesión.
Y ahora son Serena y Raimundo, gente de esa que nos cruzamos sin más; exactamente de la misma manera que ellos cuando -más de una vez- se cruzaron por su barrio.
Comentarios
Por cierto, mis padres se conocieron... en la consulta de un dentista.