Cuando decidió cavar su propia tumba no contaba con encontrar su propio cadáver antes de morir. Pues ahí lo tenía, a menos de un metro bajo tierra yacía él mismo sin tenerse en cuenta. Cosa rara aquello, pensó. Y al instante sin mediación de reflexión alguna, se sublevó. Pues no me muero, a ver qué va a pasar, hombre.
Expíado al 99% (el 1% restante lo dejaba para próximos episodios porcentuales), comenzó a echar tierra de por medio. Quería cubrir esa zanja. No había más que ver. Lo vio claro, tan claro como que si no llega a cavar, no lo ve. Pero tuvo que decidir morir para no morir; así que comenzó a sacar conclusiones.
Más o menos se tiró 10 años sacando conclusiones. De hecho, sacaba una a diario aproximadamente. Fue la década más completa y coherente de su vida. La más feliz también. Descubrió que se puede ser feliz sin sonreír permanentemente.
Vengo de visitar su tumba en el cementerio civil y siempre me arranca una sonrisa cuando leo en su epitafio: Disimula, cara huevo que yo soy más de tumba ajena, por eso no estoy aquí, pero no te digo donde están mis cenizas. Cava, cava y cava.
Germano Auge era un cachondo. Siempre que voy (muy de vez en cuando), le dejo una copa de vino con una flor azul dentro, porque de tanto cavar, uno termina apreciando el sabor a madera y saturándose con la acidez del cava. Lo de la flor azul es un homenaje a Nosferatu.
Un abrazo, compañero.
Comentarios
(Yo soy poco de nosferatus, la flor azul me gustaba sin más...)
Gracias por vuestros comentarios. Mañana más flores azules. Salud!