Buscó las llaves, la caja de música, la radio del coche, el bolígrafo inalámbrico, la cereza digital, el almanaque sin motivos, la palabra mal dicha, el diálogo, un libro que nunca lee, el aliento, un cigarro mal apagado, un rulo de hilo azul sin usar, la muñequera abanderada, la canica silvestre, el aguacate oscuro y la sábana roto (sí, roto, por el tipo de blanco lo digo).
Pero sólo encontró un trozo de pan duro, el cenicero de papelillos, el mostrador de su hijo, un pincho sin tortilla, la manía a la gente, el objeto del reseteo, timidez, ausencia de angustia, un motivo, un hilo sin conductor, la foto desenfocada, el enfoque fuera de lugar, un resbalón, dos calambres en los gemelos, argumentos sin trama, el viejo magnetofón, un rizo liso y la carta que se escribió con 35 años para abrir -a ser posible- antes de morir.
Como tenía copia de todo, pero también de nada, arrancó el coche y lo estrelló. Su hijo le leyó la carta dos minutos antes de morir. Era breve, sólo decía: Tranquilo.
Pero sólo encontró un trozo de pan duro, el cenicero de papelillos, el mostrador de su hijo, un pincho sin tortilla, la manía a la gente, el objeto del reseteo, timidez, ausencia de angustia, un motivo, un hilo sin conductor, la foto desenfocada, el enfoque fuera de lugar, un resbalón, dos calambres en los gemelos, argumentos sin trama, el viejo magnetofón, un rizo liso y la carta que se escribió con 35 años para abrir -a ser posible- antes de morir.
Como tenía copia de todo, pero también de nada, arrancó el coche y lo estrelló. Su hijo le leyó la carta dos minutos antes de morir. Era breve, sólo decía: Tranquilo.
Comentarios
Gracias Dani, qué bueno.
Sigo pidiendo disculpas por esta "intranquilidad" y agradeciendo al autor sus magníficos escritos
Eva