
Pero sólo encontró un trozo de pan duro, el cenicero de papelillos, el mostrador de su hijo, un pincho sin tortilla, la manía a la gente, el objeto del reseteo, timidez, ausencia de angustia, un motivo, un hilo sin conductor, la foto desenfocada, el enfoque fuera de lugar, un resbalón, dos calambres en los gemelos, argumentos sin trama, el viejo magnetofón, un rizo liso y la carta que se escribió con 35 años para abrir -a ser posible- antes de morir.
Como tenía copia de todo, pero también de nada, arrancó el coche y lo estrelló. Su hijo le leyó la carta dos minutos antes de morir. Era breve, sólo decía: Tranquilo.
Comentarios
Gracias Dani, qué bueno.
Sigo pidiendo disculpas por esta "intranquilidad" y agradeciendo al autor sus magníficos escritos
Eva