
Mi amigo Motril se pregunta dónde encaja en una cola. Quizá ese sea el dilema ¿dónde encaja? O mejor planteado: ¿Encaja? Asegura que sabe encajar una derrota, un bajón, una mala noticia, la depresión postvacacional, un dolor de muelas y hasta un gripazo entre estaciones… pero se sigue preguntando si tiene hueco. Yo no sé qué decirle en este caso, no porque no le comprenda. Entiendo su preocupación y en cierto modo me identifico con él, pero ahora le noto demasiado bajo como para animarle.
El tremendo bajón que padece, confiesa, sobrevino después de comprar el metrobús -recientemente encarecido-. Por un momento no sabía qué hacer ni con el billete ni con su vida. No quería ir a trabajar, tampoco sentarse en un banco a ver pasar el tiempo. Sencillamente no podía moverse del suelo, a un metro del torno que marcaba la frontera entre él y la vía del tren. Inmóvil sólo tenía ganas de llorar, de caer. Una señora mayor le empujó, reaccionó, despertó y se pegó un atracón a respirar. Atravesó la frontera y llegó a su trabajo.
Me dice que sólo puso tres multas. Cuando volvía a casa un señor le sacó una tarjeta roja por la calle y le gritó: ¡Expulsado, fuera, haga el favor de abandonar el terreno de juego!
De momento, no ha vuelto al campo, porque no sabe cómo salir del ‘banquillo’.
De momento, no ha vuelto al campo, porque no sabe cómo salir del ‘banquillo’.
Comentarios
Salud!
www.portaldelperiodista.blogspot.com