Ayer Casimiro estaba tomándose un café con Eladia*. Él ya estaba más tranquilo, ha aprendido a adaptarse rápido a la vida después de las vacaciones. Ella está algo disgustada porque el cementerio está cerrado por reformas y sus jefes “de negro” no la han llamado para redirigir su misión durante el transcurso de sus obras. Casimiro le recomendaba comer más pasta, porque los hidratos son buenos para paliar los disgustos. Pero Eladia está desconsolada...
Perdida, le comentaba que no sabe qué hacer... no le gusta estar de brazos cruzados. Además la pasta no le gusta. Casimiro le quiso dejar su iPod, recién cargado con nuevas canciones. Se ha hecho con la discografía del Consorcio y también de Leño. Pero ella lo rechazó. Decía que no podía aceptarlo, pero le pidió que la invitara a una mirinda, porque se había dejado el dinero en casa. ¡Toma claro! Contestó Casimiro, vehemente.
Mientras iba a por la mirinda (los camareros pasaban de salir a atenderlos), Casimiro iba hablando solo... con su mujer. Ella le preguntaba si había comprado el pelapatatas que le pidió la semana pasada. Él aseguraba que sí, pero prefería pelar pepinos, porque nunca los había disfrutado tanto... Pidió la mirinda.
Eladia se había marchado cuando llegó. Casimiro se bebió la mirinda, mientras su mujer le pedía que no dejara las patatas. Paquito “el kioskero” le dio una nota de Eladia. Decía: “Casimiro, lo nuestro no puede ser. Tengo un trabajo muy peligroso y no podrías soportarlo. Gracias por la mirinda. Sé que sabrás disfrutarla. Sigue sin mí”. Casimiro que considera a Eladia una buena amiga y nada más sonrió con ternura. Se marchó con su iPod y con cierta indiferencia... siguió con los suyos y escuchando a Rosendo: Corre, corre, corre que te van a echar el guante.
*Eladia es una solitaria del barrio que asegura ser agente secreto de una central nuclear. Se pasa el día en el cementerio (me piden por favor que no diga cuál) tomando notas. Apunta quién entra y quién sale. Luego vuelve a la residencia, se toma su medicación y se acuesta. Le gusta mucho comprar congelados en la Sirena.
Perdida, le comentaba que no sabe qué hacer... no le gusta estar de brazos cruzados. Además la pasta no le gusta. Casimiro le quiso dejar su iPod, recién cargado con nuevas canciones. Se ha hecho con la discografía del Consorcio y también de Leño. Pero ella lo rechazó. Decía que no podía aceptarlo, pero le pidió que la invitara a una mirinda, porque se había dejado el dinero en casa. ¡Toma claro! Contestó Casimiro, vehemente.
Mientras iba a por la mirinda (los camareros pasaban de salir a atenderlos), Casimiro iba hablando solo... con su mujer. Ella le preguntaba si había comprado el pelapatatas que le pidió la semana pasada. Él aseguraba que sí, pero prefería pelar pepinos, porque nunca los había disfrutado tanto... Pidió la mirinda.
Eladia se había marchado cuando llegó. Casimiro se bebió la mirinda, mientras su mujer le pedía que no dejara las patatas. Paquito “el kioskero” le dio una nota de Eladia. Decía: “Casimiro, lo nuestro no puede ser. Tengo un trabajo muy peligroso y no podrías soportarlo. Gracias por la mirinda. Sé que sabrás disfrutarla. Sigue sin mí”. Casimiro que considera a Eladia una buena amiga y nada más sonrió con ternura. Se marchó con su iPod y con cierta indiferencia... siguió con los suyos y escuchando a Rosendo: Corre, corre, corre que te van a echar el guante.
*Eladia es una solitaria del barrio que asegura ser agente secreto de una central nuclear. Se pasa el día en el cementerio (me piden por favor que no diga cuál) tomando notas. Apunta quién entra y quién sale. Luego vuelve a la residencia, se toma su medicación y se acuesta. Le gusta mucho comprar congelados en la Sirena.
Comentarios
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Si ya me siento como del barrio!!!
Seguiré, esto ya no me lo puedo perder.