Ir al contenido principal

RICHARD STALLMAN

El miércoles pasado entrevisté a Richard Stallman (el gurú del software libre) en Medialab Prado para Cámara Abierta 2.0. Esta noche, si os apetece, podéis ver el resultado. Ahora un poco de catarsis. Stop. El titular de esta 'noticia' ya está en órbita, así que quien quiera abandonar el post está a tiempo de ahorrarse una breve historia del 'recuerdo', propia de abuelo cebolleta... (y hablando de cebollas...) Hace 6 años, cuando ejercía como redactor jefe en el diario digital alternativo y extinto La Corriente Alterna.com (a las órdenes de Javier Pérez de Albéniz, mutado desde hace unos años en El Descodificador) tuve la oportunidad de entrevistar a mucha gente.

Como muchos
periodistas digitales sabrán (los que se hayan quedado en paro en esta etapa y los que no) por falta de medios y tiempo apenas podíamos 'salir a la calle' con micro o libreta en mano a tirar preguntas, así que el correo electrónico o el teléfono eran nuestra salvación... De este modo tuve el placer de 'charlar', entre otros -y entre 2001 y 2003-, a tres Fernandos como Meirelles (Ciudad de Dios), Colomo y Savater; y además: Guillermo Fesser, Ángeles González-Sinde, Forges, Los Tigres del Norte, y... Richard Stallman.

La catarsis consiste en darme cuenta de que estos 6 últimos años se han pasado como si fueran 3 meses; en ser consciente de que el tiempo pasa (jodida y bendita perogrullada); y en descubrir que se puede si quieres y cuela, vivir toda la vida dando conferencias con un mismo discurso. ¿Por qué digo esto? Porque el señor Stallman, visionario donde los haya (sin ironía lo digo), sigue con el mismo manifiesto de los años 80; con el que por cierto estoy totalmente de acuerdo: La libertad es tener el control de tu propia vida; el poder es controlar la vida de los demás; hay software libre y software privativo; yo he construído un programa para aplicar este concepto de libertad.

Precioso, como El miedo a la libertad (E. Fromm), pero ¿por qué ese programa no llega al iniciado, el que va a una tienda y
sólo le venden Windows vista? Le pregunto ¿Qué recomienda a la gente no erudita para pasarse al software libre sin traumas? y me contesta: Que pregunten a expertos, que hay muchos y están dispuestos a compartir sus conocimientos. Fantástico.

A pesar de todo el tipo tiene gracia, habla muy bien español, se expresa que da gusto, sienta cátedra como el que más y es muy vacilón. Recomendable, por cierto, es este memorable vídeo, y cuidado que se pega la canción:




Como decía, el resultado: esta noche.

*La foto es de Mariluz Congosto.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
No sé si es el caso de este señor,no le conozco a él ni su discurso,pero a mi este post me ha hecho pensar en la gente que afirma muy orgullosa que se han mantenido toda su vida con las mismas ideas, como si cambiar fuera algo negativo, como si verse afectado por lo que nos rodea y cambiar de opinión sobre las cosas fuera algo de lo que avergonzarse.

isabel

P.D: igual cambio de opinión en un rato y pongo otro comentario.
Anónimo ha dicho que…
Cambiar no es malo si los principios se sostienen, hay que adaptarse por que no creo que ninguna idea sea inmutable durante diez años ni siquiera durante uno. Has visto, has hecho más, te han pasado cosas..., si tu idea no ha evolucionado aunque sea un poco malo...Este tiene toda la pinta de no cambiar y además de ir de guay...Y si eres guay por lo menos viste bien ¿no?
Anónimo ha dicho que…
Con retraso, leo este post de Seseña y los comentarios precedentes. Y me gusta lo que se maneja en ellos. El valor de la insistencia en una idea, en un principio y la sospecha de que tal permanencia oculte una falta de sensibilidad hacia la experiencia o un miedo al cambio.
Recuerdo una conferencia de un famoso sociólogo en la que criticó duramente el desarrollo de los transportes como nocivos para el planeta, en especial el aéreo. En el coloquio alguien le preguntó cómo justificaba que hubiera llegado en avión a España desde su país. Risas...

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Las palabras se las lleva Twitter

Apenas estaba digiriendo una información -con alta carga de valor- cuando un tuit la bajó de golpe muro abajo. Intenté seguirla, pero no paraba de caer al foso; y durante el imparable descenso iba olvidando el cuerpo de la noticia que me había llamado la atención. Finalmente renuncié y volví a lo más alto del muro de nuevo, con la esperanza de leer algo interesante, entonces un hilo que sostenía al texto en extinción entró en escena. Intenté seguirlo pero poco duró su vigencia. Una vez más la gravedad de las redes sociales impuso su fuerza.  El volumen de la ansiedad de la masa social por publicar, por ser viral, por conseguir apoyo de followers, ¡por ser!, por estar, por pintar, pesa y ocupa tanto que la palabra apenas puede sostenerse. De hecho acabo de perder el hilo que me trajo hasta este texto. ¿Habré incorporado la misma gravedad y procesado de ideas? Es posible, porque ya se me está haciendo largo y empiezo a sentir ansiedad por publicarlo y que funcione por sí solo. Pesa

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...