
Pero ayer cambiaron las cosas. Toda una genealogía de cinismo e hipocresía se iba al carajo por culpa de una combinación letal: ambición + amor. Cristina se enamoró, cómo no, de alguien que practicaba una tradición diferente, pero con idéntica raíz: abrir cordialmente la mano en público, apretarl el puño interiormente. Él es Gerardo Vanguardia, un empresario que escala puestos y se acerca a los Forbes. Es un relaciones públicas de lujo y vendedor de motos exclusivas y personalizadas.
Ella, dueña de la cadena Restora especializada en brillantes, se ilusionó tanto con la idea de ascender a los cielos de la mano de Vanguardia que cayó de golpe cuando, a los dos meses de incipiente relación, descubrió una cicatriz en el antebrazo de su amado. Investigó y descubrió que se había operado para poder abrir la mano y cerrarla por dentro... era un nuevo rico. No había tradición gestual en su familia; lo había creado él. De hecho, era huérfano. Hoy, Cristina está ingresada en una clínica de reconstrucción y reconstitución tradicional.
Salud!
Comentarios
M.
Y si vienen de los abuelos es que están ya viejo y corroidos .... reconstruirte pero no de manera tradicional, que si no seguimos en las mismas.
Eva