Ir al contenido principal

UTOPÍA Y ASTIGMATISMO

Por Fabio Carabeo
No sabe ver, pero mira; para hacerlo, tiene que colocarse, eso sí, a una distancia considerable de sí mismo. Entonces enfoca y consigue encajar lo que entra por sus ojos hasta su entender. Sabe que no es posible convertirlo todo en la interpretación que surge en su fantasía, pero lo encaja en el argumento de lo posible.

Así que sin más preámbulo se marchó a Soria, no sin antes hacer una visita a su prima Siria. Ella fue quien enseñó a Marcial Espino a curar su utopía, superando los erróneos enfoques. Cuando llegó a Soria en seguida supo que había tomado conciencia; la adecuada. Poco después entendió que debía dosificarla. Asintió en sentido inverso a sí mismo y voló por el fondo marino Soriano.

La conciencia le respondía
, funcionaba su mecanismo de elucubración... E iba entendiendo que conservar conciencia y recursos era cuestión de cordura. Había tardado mucho en enfocar lo que tenía delante. Nunca es tarde decía Siria, de pequeños en Soria. Demasiados años pasaron aquellas lecciones y consejos de su prima almacenados en un cobijo muerto de Marcial.

Pero igual que superó la lactancia y la anal, pudo reencontrarse con la latencia de aquellas palabras congénitas. Por fin utopía y astigmatismo se habían encontrado en un mismo ojo.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hay unas gafas para la hiperutopía, y un sombrero de copa para el astigmatismo que impide que salgan volando las ideas, al tiempo que las revierte en fina y delicada cordura.
Las puede adquirir en Soria, y tomarse su conciencia junto con un kilo de mantequilla
M.
Anónimo ha dicho que…
Inteligente eso de integrar efectos y defectos en un mismo ojo, que cuando están en ojos separados se te queda una cara muy rara, la de mirar hacia otro lado. isa

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...

En tela de juicio bajo tierra

Me echan monedas... ¡hasta billetes de 10 y 50€! Voy arreglado, sólo estoy algo mareado y sentado en el suelo del metro por no poder sostenerme en pie. Soy abogado , pero no puedo pararles y decirles que no necesito su dinero. No me sale la voz. Estoy preso  en este pasillo... Bloqueado, encerrado y cubierto por aquella tela de juicio que usaba mi padre para tejer el amor hacia mi madre, la gran fiscal en estado permanente (somos 15 hermanos). La superficie de mi maletín tumbado se ha deprimido por la gravedad del dinero... Y no para de hundirse. Yo, mientras tanto, sigo sin saber qué razón inmaterial me impide levantar la cabeza y erguirme como Dios siempre me indicó. Empiezo a detestar el sonido del dinero, la caridad... No puedo defenderme de este ataque absurdo. No sé si me miran mientras tiran su circulante. ¡Nos sabéis lo que llevo en el maletín, desgraciados, no lo sabéis! ¡Con estos papeles sabríais lo fácil que me resultaría hundir vuestros culos en la miseria. Por fin co