Ir al contenido principal

TURNOS DE ELECCIÓN, UNOS PICAN Y OTROS...

Tuve que hacer unos papeles en la Junta Municipal de Distrito, y claro, coger turno* era básico para no perderme entre ellos; entre los papeles. Tiré de la ristra, que no de ajos, y me tocó el 11, pero cuando logré separar el número del resto de eslabones de papel se produjo un chispazo que me cegó por completo durante dos segundos. Al abrir los ojos ya no estaba allí, sino en la charcutería... Y Alonso Gañán, el charcutero, me preguntó:

-Qué deseas
-Francamente, había venido a por el registro del padrón.
-Y no será mejor que lo busques donde Mari, ya sabes, junto a las frutas y verduras...
-No me vaciles, Alonso,
-Es que tienes unas cosas... ¿Desde cuándo me has visto rellenar fiambre con pimientos de padrón?
-No importa, ya que estamos ponme 200g de cecina de León

Aproveché el viaje para ultimar la compra que no empecé el día anterior. Después, fui a por turno para el queso y al sacar mi número volvió a pasar lo mismo. Pero no regresé a la Junta Municipal de Distrito, sino que surgí en la Seguridad Social. Entonces, Marga (dueña y señora de la ventanilla) me atendió. Y yo, con cara de gilipollas y los 200 de cecina en la mano.

-Dígame
-Pues quería queso Gamonedo, pero no me podrás sacar el registro del padrón.
-No me vacile, que ya sabe que eso se saca en la Junta...
-Claro, si aquí es donde tenía que venir después
-Después de qué
-De sacarme el registro del Padrón
-Claro, porque si no, no te puedo dar la tarjeta sanitaria, que es a lo que venías, verdad?
-Sí, pues me marcho por donde no he venido
-Son las 12:30, a las 14 cerramos hasta las 17h
-Vale

Con tanto viaje, el tiempo me había birlado tres horas y media de mi vida. Bueno al menos tenía la cecina. Como ya no tenía número que coger, volví a la Junta. Tardé unos cinco minutos y cuando llegué había una cola enorme sólo para alcanzar el expendedor de turnos. Así que me saqué mi libro... de turno; el que suelo llevar para estas ocasiones (Tesis, el guión de Alejandro Amenábar) y retomé cuando Chema y Ángela se quedan encerrados en las "calderas" de la Facultad de Periodismo. Y justo cuando muere Castro llega mi turno. Me acerco al expendedor y al tirar del papel saco no un número sino todo un pimiento de padrón.

Sigo en el mismo lugar. No me he movido. El tiempo tampoco. Y con el pimiento (que no pica) en la mano, un funcionario me asegura que lo que tengo en la mano no es un pimiento, sino la posibilidad de elegir dónde quiero estar.

Salud!

--------------

*Expresión susceptible de sufrir una vuelta de tuerca a la argentina... Y aquí se abriría la crónica de Turno.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
El otro día, pese a que soy más de frutería de toda la vida, compré unos pimientos del padrón en un hipermercado. Para mi sorpresa, la etiqueta asegura que los pimientos de Padrón tienen su origen en Marruecos...
M.
P.D.: Daniel, te envío etiqueta vía email, no tiene desperdicio!
Juana ha dicho que…
¡Que susto! Siempre le he tenido cierto "respeto" a los turnomatic y no sabía porqué, ya lo he entendido, no me vuelvo a acercar a ninguno que yo salgo "disparada" a la más mínima.
A los funcionarios si me acerco, pero porque no me queda más remedio, vivo en mi propia piel.
Dani Seseña ha dicho que…
M, recibida foto y estupefacto he quedado. Espero que escribas ese post sobre el verdadero origen "poético" y marroquí de los pimientos.

Juana, podías hacernos de espía y contarnos desde cerca (o desde dentro) qué mecanismo me llevó a viajar en el espacio y tiempo gracias a los turnomatic. Es más... ¿Qué relación hay entre el registro de padrón y la charcutería?
Miguel Ángel Pegarz ha dicho que…
En mi trabajo, ante la evidencia de que a más edad más críos nos volvemos han instalado un turno charcutero de estos para el turno de la consulta. Miedo me da sacar un número al despistado de rigor, no acabe perdido yo.

Entradas populares de este blog

El verbo y el tren coloquial

Estación de Atocha, Madrid. Enero 2016 Esperaba subirse a un verbo que le llevara lejos. Lejos del último adjetivo que le arrastró hasta el reverso del suelo que pisaba. La mente en blanco y un mapa por recomponer, una geografía por reubicar. La frase de su amiga fue letal. Cada letra iba cargada con verdades que ni él mismo había valorado. Las comas, las pausas, los silencios y lo malditos puntos suspensivos quemaban. Así esperaba ese vehículo redentor. Inquieto, teneroso, tembloroso, entusiasta del desaliento, sabedor de sus miserias, conocedor accidental de las verdades que le dan cuerpo a la mente... ...Y en su maleta tan sólo llevaba un verso contagioso que no escribió. Un texto que recibió por azar de un sueño a través de un diálogo que no sabe cómo empezó pero sí adónde le llevaba.  El murmullo del vagón susurraba desde el fondo del plano. Podía oler el reflejo de su escapada. Imaginaba una huída para empezar, no de cero, pero sí desde un quiebro de sí mismo. Enrai

Las palabras se las lleva Twitter

Apenas estaba digiriendo una información -con alta carga de valor- cuando un tuit la bajó de golpe muro abajo. Intenté seguirla, pero no paraba de caer al foso; y durante el imparable descenso iba olvidando el cuerpo de la noticia que me había llamado la atención. Finalmente renuncié y volví a lo más alto del muro de nuevo, con la esperanza de leer algo interesante, entonces un hilo que sostenía al texto en extinción entró en escena. Intenté seguirlo pero poco duró su vigencia. Una vez más la gravedad de las redes sociales impuso su fuerza.  El volumen de la ansiedad de la masa social por publicar, por ser viral, por conseguir apoyo de followers, ¡por ser!, por estar, por pintar, pesa y ocupa tanto que la palabra apenas puede sostenerse. De hecho acabo de perder el hilo que me trajo hasta este texto. ¿Habré incorporado la misma gravedad y procesado de ideas? Es posible, porque ya se me está haciendo largo y empiezo a sentir ansiedad por publicarlo y que funcione por sí solo. Pesa

Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...