Pero por qué no te callas. Porque necesito decir. Decir qué, si no dices más que gilipolleces. Bueno, pero eso es cosa mía. Cosa tuya... y mía, porque yo te sigo y todo lo que dices, se publica en mi muro. Pues sácame de tu muro. No puedo, eres mi amigo. Pues entonces te aguantas. En serio, por qué no te callas un poco. Porque cuanto más hablo, más visitas me entran. ¿Cómo lo sabes? Por mis estadísticas a tiempo real y de última generación...
Explícame eso. Son estadísticas inteligentes, sustentadas en un motor que busca perfiles y los encuentra en la gente que entra en mi muro. ¿Y eso lo hace una máquina? Ya ves. ¿Cuánto te cuesta? Nada, porque otra máquina por la que sí pago la manipuló para mí. ¿Y no será que tus seguidores también son máquinas manipuladas por otras máquinas dispuestas a retroalimentarse con las gilipolleces que escribes? Tú flipas. Puede, mejor me callo. Sí... La verdad, creo que te voy a sacar de mi muro. ¿Por qué no te callas?
Esa fue la conversación que una máquina registró y que sirvió de prueba definitiva en el juicio oral contra Jandri Pelado por manipular máquinas. Le han condenado a tres meses sin internet y un año de balbuceo; si se le ocurre pronunciar y/o escribir una sóla palabra, o construír un gesto en su defecto, entonces pasará a palabras mayores. ¡Ay, que pena más grande! Clama su máquina, ahora huérfana de usuario.
Explícame eso. Son estadísticas inteligentes, sustentadas en un motor que busca perfiles y los encuentra en la gente que entra en mi muro. ¿Y eso lo hace una máquina? Ya ves. ¿Cuánto te cuesta? Nada, porque otra máquina por la que sí pago la manipuló para mí. ¿Y no será que tus seguidores también son máquinas manipuladas por otras máquinas dispuestas a retroalimentarse con las gilipolleces que escribes? Tú flipas. Puede, mejor me callo. Sí... La verdad, creo que te voy a sacar de mi muro. ¿Por qué no te callas?
Esa fue la conversación que una máquina registró y que sirvió de prueba definitiva en el juicio oral contra Jandri Pelado por manipular máquinas. Le han condenado a tres meses sin internet y un año de balbuceo; si se le ocurre pronunciar y/o escribir una sóla palabra, o construír un gesto en su defecto, entonces pasará a palabras mayores. ¡Ay, que pena más grande! Clama su máquina, ahora huérfana de usuario.
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