Por Fabio Carabeo
Nunca he entendido ese bis... de "(...)Dulce Navidad(...)"; lalalala. Sí, bien, nos ponemos tibios a turrón, etc, pero lo de la dulzura es muy relativo. Por ejemplo, a la vecina de mi vecino Retarda Vanguardia, le da por dulces saladitos. Una especie de pastel paradójico que venden en la pastelería Contradicción Te Espera. Digo "una especie" porque no llega a ser pastel, pero es parecido; y por otra parte, no se parece a nada más... Además tiene micro espacios/poros estancos llenos de grandes especias aromáticas y tubulares.
No veo la dulzura. "Pero veo tus tres y subo cinco", me contesta siempre mi vecino (el de Retarda), cada vez que le planteo mi reflexión. Es todo tan relativo... Cuando abrí el primer regalo de mi vida, al menos consciente, me encontré con un melocotón de felpa que desprendía un aroma increíble a sabor salado. El toque lo puso mi padre al verse sorprendido por mi hermano y por mí, colocando los regalos en lugar de los tres reyes... Fue mágico ver cómo salió del paso con maestría, pero no fue dulce, sino intenso.
La dulzura no existe en Navidad. El otro matiz lo aportó mi madre al encubrir a mi padre y exculpar a los reyes, mientras colocaba otros regalos -delante de nosotros sin enterarnos, como una verdadera prestidigitadora- cerca del árbol. Aún me acuerdo de aquel melocotón. ¿Y la dulzura? Ahora empieza a surgir... Ahora que doy de merendar a mi hijo Martín mientras pienso en camuflar mis intenciones mágicas como rey que soy y con la complicidad imprescindible de mi mujer.
Nunca he entendido ese bis... de "(...)Dulce Navidad(...)"; lalalala. Sí, bien, nos ponemos tibios a turrón, etc, pero lo de la dulzura es muy relativo. Por ejemplo, a la vecina de mi vecino Retarda Vanguardia, le da por dulces saladitos. Una especie de pastel paradójico que venden en la pastelería Contradicción Te Espera. Digo "una especie" porque no llega a ser pastel, pero es parecido; y por otra parte, no se parece a nada más... Además tiene micro espacios/poros estancos llenos de grandes especias aromáticas y tubulares.
No veo la dulzura. "Pero veo tus tres y subo cinco", me contesta siempre mi vecino (el de Retarda), cada vez que le planteo mi reflexión. Es todo tan relativo... Cuando abrí el primer regalo de mi vida, al menos consciente, me encontré con un melocotón de felpa que desprendía un aroma increíble a sabor salado. El toque lo puso mi padre al verse sorprendido por mi hermano y por mí, colocando los regalos en lugar de los tres reyes... Fue mágico ver cómo salió del paso con maestría, pero no fue dulce, sino intenso.
La dulzura no existe en Navidad. El otro matiz lo aportó mi madre al encubrir a mi padre y exculpar a los reyes, mientras colocaba otros regalos -delante de nosotros sin enterarnos, como una verdadera prestidigitadora- cerca del árbol. Aún me acuerdo de aquel melocotón. ¿Y la dulzura? Ahora empieza a surgir... Ahora que doy de merendar a mi hijo Martín mientras pienso en camuflar mis intenciones mágicas como rey que soy y con la complicidad imprescindible de mi mujer.
Comentarios
Os deseo a todos que seais lo que deseis ser, en estos días y el resto del año.
Marian
Felices saludes a todos!!
Fabio
¡Feliz Navidad!
En cualquier caso, me la voy a jugar: Dulce Feliz Navidad, Dani.
J.