Primero fue el aguacate y después Martínez y su ambigua defunción. Hoy Justo Ahora y Martín Doblosky merecen protagonizar el último post del año. ¿Por qué? Porque forman un dúo ideológico perfecto. Porque me los crucé en un momento en el que necesitaba cruzármelos y desde entonces se dedican, entre otras cosas, a equilibrar balanzas profesionalmente. Sopesan como nadie y dicen lo justo como pocos. Son una versión de Epi y Blas o Jack Lemmon y Walter Matthau, y tantos amigos que se mueven entre la ambigüedad sexual y la resistencia a comprometerse con alguien del sexo opuesto.
Estando juntos pueden mantener sus sueños de juventud; vivir el pasado una y cinco mil veces; extrañar a todo el mundo; soñar con amores rotos; disfrutar de la inmadurez perenne y hacer de ello una forma de vida; inventarse una vida imposible; ser cómplices de juegos cuyas reglas sólo ellos conocen; odiarse y profesarse devoción eterna a la vez; reírse de todos y todo sin complejos; llorar por separado y razonar lo justo en conjunto; ver películas sin Agobios (el enemigo del Instituto); mancillar nombres y vidas ajenas a escondidas...
Uno se come la cabeza, el otro disfruta con las cosas tal y como vienen. Compaginan neuras, complejos y recursos. Comparten el dinero que ganan. Y como no podía ser de otro modo, esta noche se comerán las uvas juntos. Es más, después, mientras todo el mundo duerme, charla o sale... Ellos tienen una fiesta muy personal que celebrar: la particular batalla de bolas de calcetín de Fin de Año. Una guerra -única donde las haya- que sirve para recibir la segunda década del siglo XXI de la mano de la prenda menos valorada, la que nos da y cubre pie... y la que sin duda es la base de mucha vida: el calcetín.
Salud y feliz año nuevo!
Estando juntos pueden mantener sus sueños de juventud; vivir el pasado una y cinco mil veces; extrañar a todo el mundo; soñar con amores rotos; disfrutar de la inmadurez perenne y hacer de ello una forma de vida; inventarse una vida imposible; ser cómplices de juegos cuyas reglas sólo ellos conocen; odiarse y profesarse devoción eterna a la vez; reírse de todos y todo sin complejos; llorar por separado y razonar lo justo en conjunto; ver películas sin Agobios (el enemigo del Instituto); mancillar nombres y vidas ajenas a escondidas...
Uno se come la cabeza, el otro disfruta con las cosas tal y como vienen. Compaginan neuras, complejos y recursos. Comparten el dinero que ganan. Y como no podía ser de otro modo, esta noche se comerán las uvas juntos. Es más, después, mientras todo el mundo duerme, charla o sale... Ellos tienen una fiesta muy personal que celebrar: la particular batalla de bolas de calcetín de Fin de Año. Una guerra -única donde las haya- que sirve para recibir la segunda década del siglo XXI de la mano de la prenda menos valorada, la que nos da y cubre pie... y la que sin duda es la base de mucha vida: el calcetín.
Salud y feliz año nuevo!
Comentarios
Muy feliz año nuevo.
isa
Eres un hacha. Son impresionantes los textos y giros de tus posts.
¿Para cuándo un libro recopilador del Universo de Periodismo Ficción?
Nos vemos pronto, nunca mejor dicho. ;-)
Juanan.
Que reserven algún calcetín que aún queda Reyes.
Feliz Año.
Cyber, yo creo que están buscando apartamento más por Colación, que queda más cerca de la guarida del coyote.
Salud!!!
Gracias por alegrar mi vida con tus historias.
En realidad, gracias a todos los que circulan por aquí.
Un abrazo
¡Feliz Año!